Con dedicación, Agustina Morales, pese a sus 74 años, inicia lo que será una jornada diferente por el Día de las Madres: las mañanitas, los regalos y abrazos van a esperar, tiene una cita en el Panteón San José de San Jerónimo Chicahualco, en Metepec. Antes de que el día avance debe visitar a su esposo e hijo que ahí descansan.
Este 10 de mayo, recuerda más que nunca a sus cinco hijos, pero sobre todo a los dos que le ha tocado despedir; mientras selecciona las flores que llevará en su visita, y limpia el espacio, los recuerdos de un tiempo que ya se fue, como mamá les da vida, así como el agua con la que riega la tierra seca del camposanto le da vida al lugar.
“Es muy bonito porque siempre que está uno criando pues hay mucha felicidad, mucho amor, cuando se casa uno, para mí fue muy bonito casarme duré 35 años... solo que mi esposo falleció”.
Una vez que se es mamá, afirma, nunca se deja de serlo, incluso los pensamientos van más hacia el dolor por los hijos que no están, reconoce que mientras se crece las ausencias duelen más.
“Mi hijo cumplió un año el mes pasado, él vino de Estados Unidos a morir, ya nada más me duró un año; vino muy mal, estuvo en el norte 16 años y le dio la diabetes, enfermedades renales, ya nada más me duró un año un mes y para mí fue muy duro perder otro hijo”.
Con detenimiento coloca cada flor, les habla mientras está con ellos.
Hoy la abuela de siete nietos intenta sembrar en ellos la semilla de que nunca olviden a quienes los antecedieron y que, como ella, esperarán su visita cada 10 de mayo.
“La mamá sí es fundamental, más la mamá que el papá, me decía mi señor que él se iba a morir o si él no se moría primero se iba a juntar con otra mujer porque ya no iba a ser lo mismo”, finalizó.