Ágiles, rápidas, de sangre fría e incluso elegantes. Así son las serpientes, reptiles que figuran entre los depredadores más letales y certeros de todo el reino animal. Estos tienen una manera muy particular de interactuar con el entorno y las condiciones climáticas de su hábitat; y de acuerdo con un nuevo estudio, la clave podría estar en su lengua bífida.
“Las serpientes aparecieron en el planeta como descendientes de los reptiles prehistóricos”, detalla Kurt Schwenk, Profesor de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Connecticut. Como sus ancestros tenían que moverse entre rincones muy estrechos para poder escapar de los depredadores más grandes, poco a poco adaptaron sus cuerpos para poder ser más alargados, finos y flexibles.
De la misma manera, como siempre permanecían cerca del suelo, eventualmente perdieron la visión nítida que comparten otros animales. Con dicho sentido venido a menos, el olfato se convirtió en una herramienta fundamental para moverse a través de espacios y reconocer los elementos del entorno.
Millones de años después, tras la extinción de los dinosaurios, estos reptiles perfeccionaron su sentido del olfato, el cual se ubica en la lengua bífida.
A diferencia de la creencia popular, no es ahí donde muchas de ellas almacenan su veneno; por el contrario, se trata de un dispositivo naturalmente instalado que les permite saber a qué temperatura está el entorno, así como identificar quienes se encuentran cerca de ellas.
Y es que cada punta de la lengua cuenta con terminaciones que llegan a su propio órgano, lo que da pie a que el cerebro reconozca instantáneamente en qué espacio el olor es más fuerte. “En lugar de capacidades auditivas, las serpientes traducen los olores del mundo gracias a sus dos puntas”, explica Schwenk.