En secreto, casi en complicidad con colaboradores de Bodegas Domecq, el enólogo Alberto Verdeja comenzó a usar vasijas pertenecientes al museo para crear un nuevo vino.
"La enología es como una rueda. Lo que hoy está de moda probablemente se trató hace 100, 200 o 300 años", comparte el gerente técnico y enólogo de Bodegas Domecq. En 10 vasijas de barro cocido que datan del siglo 16, tres de ellas de 500 litros y siete de dos mil litros, Verdeja diseñó un sistema que hasta hoy lo tiene sorprendido.
"Es interesante pensar en cómo es que, con el cuidado adecuado, cruzaron el océano y llegaron a este sitio íntegras", dice Alberto refiriéndose a los contenedores provenientes de La Mancha.
"Puedes concentrar bastante bien, en estas vasijas, todo lo que aporta poco a poco la uva. Los sabores y precursores aromáticos pueden extraerse con mayor facilidad", explica.
Utilizando las uvas de las viñas más longevas de Domecq, Alberto ha seguido 11 pasos para lograr la maduración del líquido. El llenado de las vasijas es de manera manual y, gracias al peso de las mismas uvas, se logra una fermentación natural.
El experto asegura que los matices obtenidos mediante este método son de una singularidad que no aportan las barricas.
"En esencia, es encontrar el contenedor correcto para poder hacer este tipo de fermentaciones que tengan algo singular que aportar. Tienes una micro oxigenación mucho más fuerte, comparado con una barrica, y sabores distintos, ayuda a que la fermentación tenga una expresión diferente".
De Vasija 2017 sólo se han producido 900 botellas numeradas, que se encontrarán a la venta en Bodegas Domecq y algunos restaurantes en Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.
"Para mí representa un sueño y un honor, porque nadie en México tiene este tipo de vasijas. Habiendo ganado la 'expertise' para hacer vinos de gran calidad, éste es un siguiente paso. Esta innovación, cuando la llamamos así, es traer el pasado y aplicar la tecnología del presente para sumar", presume Alberto.