Durante septiembre el verde, el blanco y el rojo de nuestra querida bandera nos remiten a los festejos de Independencia, sin embargo, el País es una gran paleta de colores que conquista -a mexicanos y extranjeros- en cualquier época. Descúbrelos.
Más allá de las guirnaldas y el alumbrado tricolor con que se suelen adornar las plazas cívicas y calles por estos días, México también merece ser celebrado en el envidiable turquesa del mar Caribe, en el rosa que parece haber sido derramado en el pequeño puerto de Las Coloradas, ubicado en la Península de Yucatán, así como en los intensos naranjas y morados que protagonizan los atardeceres del Pacífico.
Desde antaño, esta tierra ha tenido un romance con la policromía. Basta recordar el arte plumario, el uso de la grana cochinilla en códices, tejidos, cerámicas, murales y templos; el empleo de máscaras que lo mismo cubren los rostros de quienes participan en fiestas religiosas que en paganas. Quién no ha visto la fe derramada en los tapetes de colores como los de Huamantla, Tlaxcala. No falta ese peculiar amarillo con el que se uniformó el Pueblo Mágico de Izamal. Y el rosa mexicano, el morado, el marrón, el azul rey y el cobalto lo mismo están presentes en las fachadas de casitas con tejados, en varios poblados; que en la obra arquitectónica de grandes como Luis Barragán.
En los tianguis y mercados prevalece una explosión de tonalidades. Verduras y frutas lustrosas despiertan el apetito. Por ahí están los mangos, por acá las tunas y más allá rebanadas de sandía evocando amplias sonrisas. Sarapes, rebozos, trajes típicos y otros textiles son tejidos o bordados con estambres e hilos que, lejos de tímidos, parecen gritar: “miren, aquí estamos”. Toda una oda al color son las manualidades y creaciones artesanales. Desde el papel picado pasando por trompos y baleros hasta las elaboradas niérikas, los árboles de la vida y las piezas en vidrio soplado.
Ojalá que cuando sea seguro volver a viajar, lo hagas por el País y, si llegas a ir al extranjero, lleva un recuerdo de México. Quizá, en el camino, halles a alguien a quien obsequiar una muñequita de trapo con la cabeza ataviada de listones, un atrapasueños o una pieza huichol decorada con chaquiras de mil coleres.