Debido a la pandemia que vivimos a causa del nuevo coronavirus, lavar todos los alimentos antes de cocinarlos se ha convertido en una práctica obligada en todos los hogares. Sin embargo, existen ciertos productos que no deben entrar en contacto con el agua, ya que hacerlo puede resultar perjudicial para la salud, en vez de favorecerla.
Uno de esos alimentos es el huevo. De acuerdo con diversos estudios, las aves de corral corren el riesgo de infectarse con salmonela u otras bacterias dañinas para la salud humana. Por ello, si el proceso de producción no es del todo higiénico, dichos microorganismos se pueden trasladar de las haces a la cáscara de los huevos. Al lavarlos, el agua puede empujar a las bacterias a través de los poros de la cáscara y contaminar su interior. Por si fuera poco, el riesgo de que esto suceda aumenta si los huevos provienen directamente de una granja y son lavados con agua fría.
En el caso de las marcas comerciales, los huevos suelen pasar por una fase de lavado, en la cual se les remueve su capa protectora natural, reemplazándola por una capa de aceite mineral comestible para evitar la entrada de patógenos.
Sí llegases a encontrar un huevo que se encuentre ligeramente sucio, lo más recomendable es que lo limpies utilizando un cepillo, un estropajo, un paño seco o una toalla seca.
Asimismo, si te percatas de que un huevo contiene heces visibles o tierra, lo ideal es separarlo del resto de las piezas y desecharlo. Luego, lava y desinfecta las superficies y objetos que estuvieron en contacto con los huevos, de este modo evitarás la contaminación cruzada y así mantendrás el resto de tus alimentos a salvo.