En la creencia popular, los caballos utilizados para las guerras y batallas durante la Edad Media aparecen como bestias temibles, cuya altura y velocidad eran sinónimos de ventajas decisivas.
Sin embargo, una nueva investigación de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, ha puesto en predicamento todo lo que creíamos saber acerca de los caballos medievales.
A partir de la base de datos más amplia que existe de huesos de caballos ingleses, un equipo conformado por arqueólogos e historiadores se dio a la tarea de analizar todos los restos hallados desde el año 300 a.C. hasta 1650, los cuales fueron exhumados en 171 yacimientos arqueológicos entre cementerios y castillos de todo el país.
Con excepción de la presencia de un Shire, raza de caballo de tiro británica que puede alcanzar hasta 2 metros de alto y 850 kilogramos de peso, los expertos llegaron a la conclusión de que la mayoría de los equinos mediavales contaban con una altura menor a los 1,47 metros hasta los omóplatos, un tamaño que hoy en día es considerado propio de un pony.
“Los corceles medievales pudieron haber sido relativamente grandes para ese periodo de tiempo, pero claramente eran mucho más pequeños de lo que podríamos esperar para funciones equivalentes en la actualidad”, explicó Alan Outra, profesor de la Universidad y autor principal del estudio.
En ese sentido, el equipo cree que, a pesar de las grandes inversiones de tiempo y dinero en su cuidado, la crianza de caballos no estaba enfocada en desarrollar individuos más grandes, sino ejemplares con cierto temperamento y características específicas para llevar a cabo distintos trabajos.
Por este motivo, los caballos que alcanzaban más de metro y medio de altura eran en extremo “raros” para la época. De hecho, no fue hasta el siglo XVI que su altura promedio sufrió un aumento significativo, dando lugar a razas más altas y a los caballos modernos que conocemos en la actualidad.