Quizá el dodo (Raphus cucullatus) no hubiera llegado a ser tan conocido si Lewis Carroll no lo incluía como personaje en “Alicia en el País de las Maravillas”. Algunos testimonios apuntan que el autor británico lo añadió como una caricatura de sí mismo, pues su tartamudez le hacía pronunciar su verdadero apellido como “Do-Do-Dogson”.
Si bien resulta bastante difícil saber hasta qué punto le debemos a Carroll y el propio Disney la imagen que tenemos del dodo como un ave subida de peso y torpe, que a menudo servía de carne de cañón, un nuevo estudio acaba de desmentir dicha creencia, asegurando que las características ridículas y simpáticas de una de las especies extintas más famosas es falsa.
De acuerdo con la investigación encabezada por Neil Gostling, biólogo evolutivo de la Universidad de Southampton, Reino Unido, el comportamiento errático del dodo no tiene la suficiente evidencia, ya que, aunque existen numerosos dibujos, la gran mayoría se copiaron de otros anteriores o de ejemplares disecados.
“No tenemos mucha idea del dodo ni de su aspecto. Los únicos dibujos los hicieron los navegantes neerlandeses que lo vieron en Mauricio…La idea del ave gorda y perezosa pudo deberse a que los mismos marineros las engordaban para el largo viaje de regreso a Europa”, señala el autor.
Entonces, ¿cómo era realmente el dodo? Con base en bocetos hechos en 1601 por Joris Joostensz Laerle, los cuales fueron los únicos dibujados a partir de especímenes vivos en aquel país africano, estos animales eran mucho más erguidos, con una pose casi atlética.
Lo anterior encaja con las descripciones de la época, que mencionaban que el dodo era un ave rápida y activa gracias a un poderoso tendón en sus patas, mismo que lo impulsaba a gran velocidad cuando solía atravesar los bosques donde habitaba e incluso le permitía pasar por terrenos rocosos.