De entre todo el reino animal, los pulpos son unas de las criaturas que menos similitudes tienen con los seres humanos. Además de su inusual forma, su habilidad para camuflarse y un sistema circulatorio dotado de tres corazones, estos inteligentes invertebrados continúan maravillando a los biólogos y neurocientíficos gracias a su complejo sistema nervioso, conformado por cerca de 500 millones de neuronas.
A pesar de que poseen el mismo número de neuronas que un perro, estas células no se concentran únicamente en su cerebro, sino que la mayoría se encuentran distribuidas a lo largo y ancho de sus tentáculos. El resultado es un maravilloso sistema nervioso con brazos que poseen un alto grado de autonomía para realizar cada uno de sus movimientos, de tal forma que para algunos especialistas no resulta descabellado describir a los pulpos como animales con nueve cerebros, los cuales les permiten realizar inimaginables funciones y coordinarse en un movimiento armónico y evolutivamente avanzado.
En este contexto, un nuevo estudio encabezado por la Universidad de Harvard descubrió que los pulpos utilizan cada una de las 1 600 ventosas, distribuidas en sus ocho brazos, para probar y “lamer” sus alimentos antes de ingerirlos a través de su pico. Para ello, los investigadores analizaron, por medio de microscopio, las células de las ventosas de varios ejemplares del Octopus bimaculoides, popularmente conocido como pulpo californiano de dos manchas, descubriendo que, mientras algunas ventosas se especializan en tocar y sostener sus alimentos, otras se encargan de probarlos.
Este mecanismo es posible gracias a las millones de células receptoras, encargadas de enviar múltiples señales eléctricas que van desde reaccionar a distintos químicos en el agua, hasta la detección de sabores y olores que pueden alertarlos sobre la presencia de algún compuesto tóxico.