Los receptores del olor en insectos son las principales estructuras estudiadas dentro de este sistema.
Fueron identificados, primeramente, por la neurobióloga Leslie Vosshall, y gracias a sus estudios se ha podido profundizar para llegar más lejos en su conocimiento.
Para comprender este estudio, tenemos que entender los olores como sustancias químicas concretas que pueden viajar en el aire, hasta que células específicas las reciben, detectan y transmiten la señal provocada al cerebro.
Uno de los factores que más llamaba la atención de los investigadores era el hecho de que, aun existiendo millones de células con receptores distintos para detectar olores concretos, todos estos funcionaran de la misma manera.
Vanessa Ruta y su equipo de investigadores llegaron a describir la estructura del sistema olfativo de los insectos y cómo funciona. Se trata de canales —llamados canales de iones— que sirven como conductos de paso que conectan el exterior con el interior de la célula, y sólo se abren si el receptor que se sitúa en el exterior reconoce la partícula extranjera como una partícula de olor. Si el receptor exterior no detecta un olor, este canal permanecerá cerrado.
Los expertos descubrieron que, junto a estos receptores, había un tipo de proteína que se mantenía constante en toda la extensa variedad de insectos y sus respectivos canales olfativos, la proteína Orco.
Esta proteína es la principal encargada de mantener todo el complejo de receptores unidos y permite que los canales funcionen correctamente. Orco permite que las regiones encargadas de recibir los olores puedan sufrir cambios químicos sin afectar al canal entero, porque los mantiene juntos, pese a las posibles alteraciones.
Gracias a esta proteína puede existir la gran variedad de receptores en los canales olfativos de los insectos, permitiendo que los receptores de cada tipo de insecto se hayan especializado evolutivamente para oler diversos elementos de su entorno: tipos de alimentos, olores relacionados con la detección de peligros, posibles emparejamientos, etcétera. Gracias a esto, por ejemplo, las mariposas son capaces de detectar el néctar en las flores.