Encuestas realizadas en los últimos años han revelado que, cada vez más, las adultos se sienten abrumados por el estrés diario, cuyos niveles elevados generan el aumento de las tasas de cáncer, enfermedades cardíacas, padecimientos autoinmunes e incluso demencia.
Dado que resulta improbable que la vida de estas personas se vuelva menos estresante al menos en el futuro cercano, hoy más que nunca se necesitan métodos sencillos y eficaces para mitigar tales efectos.
Precisamente, es aquí donde adoptar un perro puede ayudar. Un nuevo estudio elaborado por la Universidad de Denver (Estados Unidos) sugiere que estos animales podrían tener un efecto más profundo y biológicamente complejo en los humanos de que los científicos creían.
Durante la investigación, el equipo involucrado reclutó a unos 40 dueños para que participaran en una prueba de estrés de laboratorio de 15 minutos, la cual consistía en hablar en público y realizar cálculos orales frente a un panel inexpresivo que se hacía pasar por especialistas en comportamiento.
Los participantes fueron asignados de manera aleatoria a traer a sus mascotas al laboratorio o dejarlas en casa. A aquellos seleccionados se les midió el cortisol en muestras de sangre tomadas antes, inmediatamente después y aproximadamente 45 minutos tras el experimento.
Los resultados arrojaron que los propietarios acompañados de sus perros mostraron picos de cortisol más bajos. Además, se observó que quienes llevaban a su can experimentaron un pico claro de alfa-amilasa, mientras que los demás no obtuvieron respuesta alguna.
Si bien la ausencia de respuesta pudiera parecer algo positivo, la realidad es que una respuesta plana de alfa-amilasa puede representar un signo de una respuesta desregulada al estrés, misma que se observa a menudo en individuos que experimentan episodios de alto estrés, estrés crónico e incluso TEPT.