Eran las 8:00 en Bulindi (Uganda) cuando divisaron a Sylvester entre las hojas de los árboles, encaramado a una rama. Llevaba en brazos a la pequeña Maria, de 20 días, pegada a su pecho. "Temí seriamente por su vida", recuerda ahora la primatóloga Marie Cibot-Chemin. "Al principio, cuando llegué al bosque y encontré a los chimpancés estaba totalmente convencida de que Sylvester la iba a matar". Los temores de Cibot-Chemin estaban justificados: es bastante común que los machos maten a las crías para recuperar la oportunidad de preñar a esa hembra que ha dejado de ser madre. La conducta de un macho alfa (como Sylvester) con un bebé tiene un desenlace esperable: infanticidio y, en ocasiones, incluso canibalismo.
Por esa razón, cuando un macho coge en brazos a un pequeño chimpancé, las hembras siempre reaccionan violentamente, nerviosas, persiguiendo y hasta mordiendo al macho raptor. Sin embargo, la situación que se vivía en Bulindi no se parecía en nada a lo que explican los libros de primatología: Mirinda, la madre de Maria, no estaba inquieta ni mostraba señales de haber sido atacada por el macho. Pasaba el rato tranquilamente a un par de metros de él y de su cría, e incluso dedicaba atenciones al macho. En un momento, Sylvester cambió de postura y Maria comenzó a quejarse y lloriquear. La respuesta del macho todavía sorprende: "Abrazó y acunó a Maria más cerca de su pecho", según describen Cibot-Chemin y sus compañeros en un artículo que acaban de publicar en la revista Primates.
Así pasaron la mañana, con la pequeña en brazos del macho alfa, que le dedicaba mimos y caricias. En el vídeo que grabaron también se le ve preparando un lecho de hojas en el que se recuesta con la pequeña. "Rápidamente, noté los atentos comportamientos del macho y me quedé tranquila. Pero seguí temiendo por su vida, ya que la cría no podía alimentarse del pecho de Sylvester", explica Cibot-Chemin, de la Universidad Brookes de Oxford. "Pensé que moriría de hambre si la mantenía el macho". Mientras tanto, Mirinda jugaba con su otra cría, que no llegaba a los tres años y a la que todavía no había destetado. Por desgracia, los observadores humanos estaban en plena fase de aclimatación a este grupo de 21 chimpancés ugandeses, por lo que se retiraron hasta la mañana siguiente con la inquietud de lo que ocurriría con Maria.
A las 7.00 del día siguiente, la cría seguía en brazos de Sylvester, que continuaba prestándole todo tipo de atenciones. Maria no mostraba señales de violencia y seguía tranquila, sin quejarse ni gimotear. Tampoco intentaba tomar del pecho del macho. Y así transcurrió la segunda jornada del alfa con la cría, mientras la madre seguía a sus cosas, como una tranquila familia. Cibot-Chemin y sus compañeros creen que la tarde anterior, aunque no pudieran verlo, Sylvester le devolvió el bebé a Mirinda para que lo amamantara. Si no, la situación no habría sido tan idílica durante todas las horas que estuvo con él.
A la tercera mañana, el 18 de mayo de 2016, todo volvió a la normalidad. Maria regresó a los brazos de Mirinda, su madre, y Sylvester no ha vuelto a tocar a una cría, ni a esta ni a ninguna otra. ¿Qué pasó aquellos días para que se diera esa extraordinaria situación? Hay varias claves que resultan fascinantes. La primera, descubierta por los científicos a posteriori, es que Maria es hija de Sylvester con un 99% de certeza frente a los otros tres posibles padres de la manada. ¿Cómo podía el macho alfa saber que la cría es suya? Estudios recientes con chimpancés salvajes han mostrado que los machos de distintas comunidades pasan más tiempo con su prole que con otros jóvenes, lo que indica que, de algún modo, serían capaces de reconocer su parentesco aunque la madre copulara con varios machos.
Este giro de guion es interesante, pero ¿por qué Mirinda iba a arriesgarse a dejar a su bebé en manos de un probable infanticida? Un detalle importante es que ella en ese momento todavía tiene otra cría mayor sin destetar, de menos de tres años, cuando las chimpancés suelen dejar que pasen unos cinco años entre partos. Y que, en esos días, sufría de un serio caso de mastitis, una dolorosa inflamación de las mamas. Mirinda no estaba para bromas. "Tener dos bebés sin destetar al mismo tiempo podría haber sido una carga excesiva", explican los científicos. "Por esta razón, es probable que Mirinda fuera más tolerante con Sylvester para que este cargara con Maria", afirman.
"El término ayudar es probablemente demasiado especulativo ... pero podríamos hablar de un tipo de asistencia", asegura Cibot-Chemin en referencia al papel de canguro (de padre, en términos humanos) que desempeñó Sylvester. Este comportamiento excepcional puede explicarse como una estrategia adaptativa. Por lo general, los chimpancés hostigan a las hembras con violencia para asegurarse de que copularán con ellos. En este caso, especulan los primatólogos, el macho alfa quizá estaba ganándose la simpatía futura de Mirinda para cuando volviera a estar en condiciones de reproducirse.
"Es como si Sylvester le diera un beneficio especial a Mirinda, protección para su bebé, aumentando así la probabilidad de que esta le permita aparearse con él más a menudo que con otros machos más adelante", resume Cibot-Chemin. Y añade: "Esta estrategia existe en diferentes especies animales. En los chimpancés, esta clase de compensación se ha descrito en los comportamientos de reparto de carne. Los chimpancés intercambian carne por sexo". Sylvester, Mirinda y Maria parecían una familia, pero en realidad quizá solo fuera una transacción entre chimpancés para conseguir apoyo en los momentos complicados, seguridad para la prole y estabilidad sexual futura. Casi nada.
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