Los niños refugiados birmanos quieren continuar sus estudios, y lo han demostrado derribando barreras como la del idioma en su nuevo hogar en el noreste de la India, donde huyeron con sus familias de la represión militar.
Es el caso de Lalnunkim, un niño de 11 años que huyó de Birmania (Myanmar) con sus padres hace tres meses y que en ese tiempo ha aprendido en la escuela a hablar mizo, el dialecto predominante del vecino estado nororiental indio de Mizoram donde se instalaron.
"Al principio me aburría porque no entendía nada de lo que decían nuestros maestros, pero ahora estoy disfrutando de la escuela", afirmó el joven.
El poblado indio de Thingsai ha matriculado a 65 de esos niños en las escuelas locales de primaria y secundaria.
De ellos 45 se encuentran inscritos en la escuela pública de educación primaria que dirige Laltanpuia Khawlhring, que aseguró que, pese a que el centro ha superado el número máximo de alumnos este año, "estamos haciendo todo lo posible para que estos niños se sientan como en casa".
A pesar de la cálida acogida de los maestros y vecinos de estas aldeas indias fronterizas, los niños birmanos inician el curso académico en un nuevo país, enfrentándose al reto de aprender y estudiar en otro idioma, porque aunque los chin y mizo comparten una etnia común, el dialecto que hablan es completamente diferente.
"Los niños más pequeños tienden a adaptarse más rápido y muchos de ellos ya han comenzado a hablar (mizo); los niños mayores que ingresan en las escuelas de secundaria todavía tienen dificultades para comunicarse", indicó Khawlhring.