Un flujo constante de camiones que transportan tomates, alfalfa o algodón a las afueras de esta ciudad de 20.000 habitantes muestra lo inextricablemente ligado que está el destino de Corcoran a la agricultura intensiva que se practica aquí.
Para regar sus vastos campos y ayudar a alimentar a Estados Unidos, los operadores agrícolas empezaron en el siglo pasado a bombear agua de fuentes subterráneas, hasta el punto de que el suelo ha empezado a hundirse.
Los signos de este hundimiento son casi invisibles para el ojo humano*. No hay grietas en las paredes de las típicas tiendas del centro de la ciudad, ni fisuras en las calles o los campos: para medir el hundimiento, las autoridades californianas tuvieron que recurrir a la NASA, que utilizó satélites para analizar el cambio geológico.
Sin embargo, en los últimos 100 años, Corcoran se ha hundido el equivalente a una casa de dos pisos, explica el Departamento de Hidrología de California.
Este fenómeno puede suponer una amenaza para las infraestructuras, los pozos de agua subterránea, los diques y los acueductos.
El problema es una alarmante sequía agravada por el cambio climático.
Ha transformado este sitio de producción de alimentos de Estados Unidos en un vasto campo de polvo marrón, obligando a las autoridades a imponer restricciones a los agricultores en el uso del agua.
Así, Corcoran se encuentra ahora en un círculo vicioso: con sus suministros de agua limitados, los operadores agrícolas se ven obligados a bombear más agua subterránea, lo que a su vez acelera el hundimiento de la ciudad.