La gastronomía mexicana es deliciosa, impresionante y está llena de sabor, color y mucho significado. Los tamales son un platillo que acompaña muchas celebraciones y momentos cotidianos como un desayuno o una cena en familia, un alimento para cuando se tiene prisa o uno que se acompaña con el clásico atole, sin embargo, los tamales se preparan de manera diferente o tienen algún elemento característico dependiendo de la parte del país en la que se prepare. En la región Huasteca, es decir, en Hidalgo, San Luís Potosí, Tamaulipas y Veracruz existe el zacahuil, un tamal muy especial.
El zacahuil es un tamal que se caracteriza por tener un gran tamaño ya que puede medir un metro de largo y llegar a pesar de 20 hasta 50 kilos; éste se prepara con masa de maíz martajada, manteca, carne, puede ser de cerdo, pollo o guajalote, lleva chiles molidos y especias, una vez hecha la mezcla, se envuelve en hojas de plátano. De acuerdo con el Diccionario Gastronómico de Larousse Cocina, el nombre de zacahuil viene del náhuatl zacahuili que quiere decir zacate o con sabor a zacate.
En la página de Larousse Cocina se explica que quienes preparan el zacahuil suelen tener su propio horno especial; mientras que “otras llevan su zacahuil crudo a hornear con algún vecino”. En algunos mercados se vende por trozos los domingos y días de plaza. Un dato curioso es que la orilla del tamal suele secarse y dorarse por su gran tamaño, algo que le gusta mucho a la gente.
Sacnicté Ortega Leal señala en su texto “Zacahuil, el tamal más grande del mundo”, en la página de Fundación Tortilla, que este tamal puede alimentar hasta a 250 personas. Agrega que aunque actualmente se cocina todo el año, el zacahuil tradicionalmente se elaboraba para comerse en el Xantolo, es decir, la Fiesta de Todos los Santos del 1 y 2 de noviembre.
El maestro en historia Arturo Gómez Martínez dijo a Wendy Pérez de Fundación Tortilla que el consumo del zacahuil tiene un carácter ceremonial de comunión, ya que en realidad no nutren el cuerpo sino que fortalecen su espíritu.
Fuente: Sin Embargo