Irán, 1941. Un batallón de soldados polacos pasaban por el país, cuando descubrieron a un pequeño oso abandonado. Cazadores de la zona habían acabado con su madre, dejando al cachorro abandonado a su suerte. Cortos de raciones y apremiados de tiempo, los soldados no estaban en la mejor posición para hacerse cargo de una mascota. Aun así, decidieron que no podía simplemente abandonar al osito.
Bautizado Wojtek, el cachorro se subió a los camiones con ellos. Algo que ellos esperaban fuera la historia de una peculiar mascota, terminó por convertirse en el relato de cómo sumaron a un muy importante miembro a su batallón. Uno que no solo estuvo en los peores momentos, sino que siempre se encargó de subir la moral de quienes se llegaron a considerar «sus hermanos».
Teniendo en cuenta que todo esto ocurrió en los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, la nueva vida de Wojtek no comenzó en el momento más feliz ni auspicioso. El batallón polaco estaba en constante movimiento, teniendo que muchas veces responder a complicados frente de batalla o misiones de rescate. Apenas contaban con la comida necesaria para suplirse a ellos mismos, menos aun, darle la alimentación que necesita a un cachorro de oso.
Aun así, los soldados lograron conseguir leche y mantener una estricta dieta. No porque estuvieran en la guerra más terrible de la historia iban a dejar que su oso tuviera una mala dieta durante su crecimiento. Incluso le consiguieron un biberón.
Cuando alcanzó la edad adulta, Wojtek ya compartía con los soldados como si fuera uno más de ellos. Gozaba jugando a la lucha con sus hermanos, quienes no tenían problemas en compartir los pequeños momentos de places que encontraban en medio del combate.
Se le concedió el rango de «raso», cosa de que se uniera a sus hermanos polacos en el frente de guerra.
El batallón se unió a la que más tarde sería conocida como La Batalla de Monte Cassino, un sangriento combate ocurrido durante la campaña italiana de los Aliados. Aunque Wojtek no fue lanzado al campo de batalla para que lidiara con sus enemigos (de todas formas, su naturaleza pacífica no hubiera servido de mucho), sí fue fundamental para mantener bien alimentado a su batallón.
Parándose en sus patas traseras, el oso soldado cargó con cajas de armamento pesadísimas, que de otra manera habrían requerido a más de diez hombres para llevar.
Cuando el batallón fue descargado y enviado a Escocia, sus hermanos llevaron a Wojtek al zoológico de Edimburgo. El oso soldado pasó el resto de sus días bien cuidado en un zoológico de calidad mundial. Sus amigos y compañeros de armas lo visitaron con mucha regularidad durante toda su vida. Llevaban cerveza y entraban a jugar a las luchas con su hermano pequeño.
Wojtek murió a los 22 años de edad, luego de una pacífica vida en el zoológico de Edimburgo.