El cerebro es uno de los órganos que más demanda energía en los seres vivos, pues su desarrollo permite a las especies generar diversas adaptaciones cognitivas que resultan muy beneficiosas a largo plazo. No obstante, estos altos costos energéticos habrían impedido la evolución en ciertas especies de aves.
Para probar dicha hipótesis, Michael Griesser, investigador de la Universidad de Konstanz, Alemania, analizó junto a su equipo de trabajo el papel que desempeñan los padres en el desarrollo del cerebro en un total de 1,176 ejemplares.
Y es que de acuerdo con el experto, algunas aves cuentan con un cerebro bastante grande en relación con el tamaño de su cuerpo, situación que les ha permitido actuar de diferentes maneras al momento de enfrentarse a problemas cotidianos.
Partiendo de la premisa de que el tamaño y desarrollo de este órgano se encuentra relacionado con el “aprovisionamiento parental prolongado”, el grupo de científicos descubrió que las especies que dependen y son atendidas por sus progenitores durante más tiempo en sus primeras semanas de vida tienden a ser más inteligentes.
“Las aves altriciales (indefensas y poco desarrolladas al eclosionar, que dependen de sus padres para sobrevivir) tienen el cerebro más grande que las precoces. Esto se debe a que durante las primeras semanas de vida sus progenitores les facilitan el entorno para poder existir sin mayores percances”, explica Griesser.
“Este proceso puede tardar incluso meses, ya que algunos ejemplares siguen necesitando más atención después de emplumar, lo que les permite dedicar aún más energía a sus procesos cognitivos”, añade.
En cuanto a las aves precoces, como los avestruces, gansos, patos o pollos, el especialista señala que son independientes desde el momento en el que eclosionan, pues una vez que dejan el cascarón abandonan el nido y buscan su propia comida. En otras palabras, la “entrada de energía” por parte de los padres termina en la incubación del huevo.