Un pequeño sapo de un color verde limón, con puntos blancos y una raya color rojiza al costado, posaba quieto en una hoja junto al sendero la noche del 11 de agosto del 2019.
Esta escena llenó de emoción a quienes lo observaban porque se trataba del redescubrimiento del legendario sapo arlequín de Mindo (Atelopus mindoensis), que se creía extinto por no haber sido visto desde 1989.
César Barrio, herpetólogo, Melissa Costales, bióloga conservacionista y fotógrafa ecuatoriana, y Eric Osterman, guía de anfibios y reptiles residente en Mindo, decidieron recorrer el sitio en busca de ranas. El objetivo de esa noche era documentar una rana de lluvia particular en el lugar, la Pristimantis appendiculatus, cuenta Costales.
“Cuando llegamos, habíamos visto al menos una docena de estas ranas de lluvia”, recuerda; pero luego, esa excursión se convirtió en un milagro.
César Barrio fue el primero en observar al pequeño sapo que destacaba por una coloración distinta. Después, los tres lo identificaron simultáneamente: “era el Atelopus mindoensis. ¡No podíamos creerlo, la emoción era indescriptible!”, añade la bióloga.
Era la primera vez que exploraban ese sitio, una propiedad privada ubicada dentro del bosque nublado, al noroccidente de Quito. Los Atelopus son conocidos debido a sus extinciones masivas causadas por un hongo patógeno (Batrachochytrium dendrobatidis), considerado el peor en términos de impacto sobre la biodiversidad, lo que ha llevado a la extinción a más de 200 especies de anfibios, siendo los Atelopus los que han sufrido la mayor declinación en su población.