Por décadas, los llamados jabalíes radioactivos de Alemania parecían explicarse por el accidente de Chernóbil, que tuvo lugar en el año 1986. Sin embargo, recientemente un grupo de científicos descubrió que dicho estado no sólo está relacionado con la falla del reactor, sino con algo más elaborado: las pruebas nucleares.
A partir de “la paradoja de los jabalíes salvajes”, los especialistas lograron desentrañar el misterio y resolver por qué, mientras en otros animales los niveles de radiación disminuyeron con el tiempo, en los jabalíes no hay cambios significativos.
Después del desastre nuclear ocurrido en Ucrania, autoridades advirtieron a la población local sobre los riesgos que implicaba consumir alimentos de áreas afectadas e incluso de los animales que habitaran allí. Con el paso del tiempo, especies como venados mostraban bajos niveles de radicación; no obstante, los jabalíes no mostraban mejora alguna. A esto lo llamaron “la paradoja de los jabalíes salvajes”.
“La respuesta estaba en la alimentación y en el tipo de material radioactivo que contenían los cuerpos de los distintos animales”, indicó André Schurrle, líder del equipo.
“En el caso específico de los jabalíes, ellos contienen cesio-135, un isótopo bastante complicado de detectar. Mientras que el cesio-137, presente en Europa Central, tiene su origen en Chernóbil, el átomo del mismo elemento proviene de las pruebas nucleares”, explicó.
Por otro lado, añadió, la comida predilecta de estos mamíferos también resulta responsable por su radioactividad. Y es que uno de sus manjares preferidos son las trufas de ciervo, pequeños hongos subterráneos que acumulan el cesio a largo plazo.
Prueba de ello es que durante un año, el cesio desciende en la tierra aproximadamente un milímetro. Las trufas suelen estar a 30 o 40 centímetros, por lo que los jabalíes contemporáneos que las comen están consumiendo la radiación de hace décadas.