Charlie es una hembra de dragón de Komodo que vive desde hace años en el zoológico de Chattanooga, en Tennessee. En un esfuerzo por conservar su especie, sus cuidadores decidieron llevarle algo de compañía masculina. Se trataba de Kadal, un macho fuerte, que no cejó en su intento de aparearse con ella. Sin embargo, a Charlie no parecía interesarle su compañero.
Las esperanzas estaban ya casi perdidas cuando, el pasado mes de septiembre, la dragona puso varios huevos, de los que nacieron tres pequeñas crías. No obstante, en ningún momento se la había visto congeniar con Kadal. ¿Qué pudo haber ocurrido? Para dar respuesta a esta pregunta, los responsables del centro decidieron analizar el material genético de los tres dragoncitos, hasta obtener un resultado muy interesante: no había rastro del ADN del macho.
Lo sucedido con Charlie se debe a un proceso conocido como partenogénesis, que se da habitualmente en invertebrados, pero también en algunas especies de reptiles y aves cuando las condiciones son desfavorables y no es posible el acceso de las hembras a los machos.
La partenogénesis es una forma de reproducción basada en el desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas. Consiste en la segmentación del ovulo sin fecundar, puesta en marcha por factores ambientales, químicos, descargas eléctricas, etc. donde no se tiene contacto del espermatozoide.
Por ejemplo, el año pasado una anaconda trajo al mundo en el acuario de Boston a dos bebés, sin haber estado en contacto con ningún macho en muchísimo tiempo.