Hace siglos que el whisky calienta las gargantas de los escoceses. Pero ahora, los envíos de su producción son posibles gracias al biogás, un combustible capaz de movilizar los camiones de reparto y reducir la contaminación.
El caso más popular se encuentra en el pueblo de Dufftown, al noreste de Escocia, en donde los trabajadores de la destilería Glenfiddich echan los granos de cebada mojados, unos residuos conocidos como bagazos, en la parte trasera de sus camiones para formar una montaña humeante.
Después, este bagazo se mezclará con un líquido amarilliento, similar a la cerveza clara de nombre “pot ale”, antes de someterlo a un proceso de “metanización” para, posteriormente, producir el biogás con bajo contenido en carbono que será utilizado como combustible.
“Ahora contamos con vehículos que pueden transportar nuestra mercancía en todo el país utilizando una fuente de energía renovable con muy bajo contenido en carbono”, explica Kirsty Dagnan, directora de la planta.
El biogás producido se almacena dentro de un reservorio ubicado a la orilla de la calle, donde la flota de camiones, conformada por tres vehículos, pueden llenar su tanque antes de salir a entregar la mercancía.
De acuerdo con los creadores de esta opción ecológica, unos investigadores de la Universidad Napier de Edimburgo, la idea de este biocarburante es salvar los bosques del país, debido a que éste puede fabricarse sin dañar a los árboles y a la fauna, a diferencia de otros que utilizan materiales como el aceite de palma.
Finalmente, Dagnan espera que en un futuro cercano la destilería pueda ampliar esta tecnología a un total de 20 camiones, y con el tiempo, al resto de su producción.