Atrapar gotas de lluvia antes de que caigan a la tierra o “arrancar” la humedad de la niebla son dos técnicas para la llamada cosecha de agua, una estrategia que poco a poco ha ganado relevancia en regiones afectadas por las sequías prolongadas debido al cambio climático, aunque sus raíces ancestrales se remontan hace miles de años.
Las nubes negras que cubren el cielo y que descargan su lluvia sobre campos o ciudades siguen siendo la respuesta a la escasez de agua en tiempos de sequía. Y es que tanto su almacenamiento como aprovechamiento puede significar un aliviante respiro en las estaciones secas y garantizar el abastecimiento de agua potable, ya sea para uso industrial, pecuario y riego, entre otros. Asimismo, ayudaría a las comunidades rurales que no cuentan con la infraestructura suficiente para el suministro.
Según expertos, la cosecha de agua implica la captación directa de la precipitación, ya sea en depósitos artificiales o mediante lagunas y estanques naturales, los cuales, alguna vez, rebosaron de líquido.
En tanto, la captación se logra utilizando techos de casas, escuelas y diferentes construcciones, que dirigen el agua hacia canales y tuberías hasta llegar a los tanques de almacenamiento. Antes de llegar al depósito, ésta se filtra para retener sólidos o impurezas; luego, la bomba envía el agua a un tanque elevado que distribuye hacia la llave. La cantidad recolectada dependerá del área del techo disponible para la captación.
Por su parte, la cosecha de niebla se basa en capturar las diminutas gotas de agua suspendidas en el aire. Mallas especiales, instaladas estratégicamente en áreas nebulosas, atrapan las partículas, que luego se condensarán y recogerán en recipientes.
Cabe mencionar que el aprovechamiento de la niebla dependerá de la densidad de la misma, pero está limitada por las corrientes de aire y la cantidad de terreno que se requiere para instalar toda la infraestructura necesaria.