Desde principios de la década de los 90, dos misiones conjuntas de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) se han dedicado a estudiar la actividad del Sol: Ulises, que operó entre 1990 y 2009 tomando medidas con sensores hasta una distancia de 1,35 unidades astronómicas (UA) de nuestra estrella; y SOHO, todavía activa desde su lanzamiento en 1995 y equipada con telescopios y cámaras que han ofrecido las imágenes más conocidas del Sol, captadas a unas 0,99 UA.
Pero en febrero de 2020 la ESA lanzará un nuevo satélite, equipado tanto con sensores como con telescopios, que se aproximará como ninguno otro antes a nuestra estrella: la misión Solar Orbiter, que en su punto más cercano estará a tan solo 0,28 UA, casi un cuarto de la distancia que nos separa del Sol e incluso inferior a la de Mercurio.
Además, por primera vez ofrecerá imágenes de sus regiones polares con una resolución sin precedentes. Para que la sonda suba por encima del plano de la elíptica para la observarlos y se aproxime tanto al Sol necesitará varias asistencias gravitatorias en Venus y la Tierra.
“Entre otros objetivos, la nave permitirá obtener nueva información sobre el viento solar, las partículas energéticas solares y la relación de la actividad del Sol con el entorno magnético de la Tierra”, ha explicado el jefe de proyecto de la misión, César García, durante la rueda de prensa celebrada este jueves en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) cerca de Madrid.
“Como principal impulsor del clima espacial, es esencial conocer el comportamiento del Sol para encontrar la mejor forma de salvaguardar mejor nuestro planeta”, ha destacado García, quien ha señalado que este mes la nave está siendo sometida a diversas pruebas en las instalaciones de la empresa aeroespacial alemana IABG, cerca de Múnich.
Por su parte, el responsable científico de Solar Orbiter, Yannis Zouganelis, ha resumido las preguntas que tratará de responder la misión: "¿Cómo y dónde se calienta y acelera el viento solar (que viaja a 800 km/s) desde una corona que puede alcanzar los dos millones de grados centígrados?, ¿cómo funcionan las erupciones o eyecciones de masa coronal (CME) y se producen las partículas energéticas (que pueden interferir en los sistemas eléctricos y las telecomunicaciones de la Tierra? y ¿cómo es el interior del Sol, su dínamo y actividad solar?
Para responder a estas cuestiones, Solar Orbiter cuenta con diez innovadores instrumentos científicos que, en conjunto, incorporan 27 sensores y nueve telescopios; además de paneles solares, antenas, sistemas para controlar su posición y un potente escudo térmico.
Este está compuesto por tres capas separadas entre sí para facilitar la dispersión lateral del calor, que puede llegar a los 500 ºC cuando la nave se aproxime al Sol. La capa más externa está fabricada en titanio recubierto por calcio carbonizado (hueso animal triturado). El escudo también incluye varias compuertas que se abren para permitir las observaciones de los instrumentos.
Por cuestiones de distancias y limitación en la transmisión de datos, sobre todo cuando la sonda esté más lejos de la Tierra, se han seleccionado tres ventanas de observación de diez días aprovechando los momentos de aproximación a nuestra estrella, según ha explicado Anik De Groof, coordinadora de operaciones de instrumentación.
“La velocidad de las comunicaciones pueden variar entre 1 Mbps cuando la sonda pase más cerca de nosotros hasta los 40 kbps cuando se localice en el punto más alejado”, ha indicado De Groof, que ha puesto un ejemplo: “Imagina lo que supondría descargar un vídeo cuando la sonda esté en el extremo opuesto; así que los datos permanecerán a bordo hasta seis meses y tendremos que asegurarnos de que podemos recuperarlos a tiempo antes de generar más y que se llene la memoria”.
www.agenciasinc.es