El profesor Benedetto Marelli, un investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) estaba preparándose para un curso culinario, en el que parte de los alimentos se recubrían con una solución de seda. La seda no aporta sabor y es perfectamente comestible. Mareli se olvidó de que había dejado una fresa recubierta de seda en su mesa. Cuando volvió, una semana más tarde al laboratorio, las fresas estaban en perfecto estado para su consumo.
La fibroína de seda, como el colágeno, es una proteína estructural. Su singularidad, sin embargo, es que la producida por organismos complejos, como las arañas o los gusanos, como biomaterial, ha sido ampliamente investigada por sus usos en aplicaciones textiles, biomédicas y electrónicas.
La conservación de los alimentos hoy en día supone el uso de toneladas de plástico muy contaminante que termina en los océanos. Un recubrimiento orgánico capaz de proteger a los alimentos durante su transporte y distribución, y de aumentar el tiempo que se conservan frescos, podría no sólo reducir los residuos, sino también la cantidad de comida desperdiciada en todo el mundo, así como las emisiones durante el transporte de alimentos.
El laboratorio de Marelli utiliza una solución de proteínas de seda en agua que forma una película microscópica sobre la comida totalmente imperceptible. Calculan que, con esto, se podría extender el tiempo de conservación de los alimentos frescos hasta por cuatro veces.