Al igual que los animales, las plantas también tienen un reloj interno que prepara a sus mecanismos celulares en previsión de los próximos cambios ambientales.
Esto garantiza que las plantas sólo realicen tareas específicas en el momento más adecuado. Por ejemplo: durante el día realizan la fotosíntesis, extrayendo energía de la luz solar. Sin embargo, procesos completamente distintos ocurren por la noche, cuando muchas plantas crecen significativamente más que durante el día.
Por lo tanto, para distinguir la diferencia entre el día y la noche, las plantas poseen receptores especiales en sus células capaces de detectar la luz solar y comenzar y detener los procesos metabólicos, según sea necesario.
Uno de estos procesos es el que conocemos como echar flores o florecer.
Investigadores de la Universidad Martin Luther Halle-Wittenberg (MLU) han identificado dos genes que son claves para este proceso. Los genes ELF3 y GI controlan el reloj interno de las plantas, que monitorea la duración de la luz del día y determina cuándo es el momento adecuado para florecer. Los hallazgos podrían ayudar a criar plantas que se adapten mejor a sus entornos.
Las flores están implicadas en la reproducción sexual de las plantas, pero no todas las plantas tienen flores. Debido a su función, las flores sólo aparecer en un momento determinado del ciclo vital de las plantas, que denominamos angiospermas (con semillas contenidas en frutos).
Un ejemplo de esta adaptación anual es la llegada de la primavera. El mecanismo responsable de que las flores emerjan durante esta época se conoce como vernalización, y que se produzca en el momento exacto es esencial para que tenga lugar la polinización.
Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Texas (E.U.), las plantas reconocen esta estación porque "recuerdan" que acaban de atravesar un largo período frío, gracias a una molécula de ARN larga llamada COLDAIR.