Carreteras, coliseos, anfiteatros y arcos del triunfo: todas estas edificaciones del Imperio Romano tienen un elemento en común.
Aunque por décadas se pensó que la cal y otras materias primas utilizadas eran de mala calidad, estos elementos han permitido que el denominado hormigón romano se “repare” a sí mismo durante más de dos milenios.
Esta es la conclusión a la que llegó un equipo internacional de investigadores, el cual publicó un estudio en la revista Science Advances para mostrar sus resultados.
De acuerdo con el artículo, el hormigón romano es un material “ultrarresistente”, lo que ha propicidado que las construcciones imperiales se conserven actualmente en buenas condiciones; esto a pesar de que algunas están expuestas a las inclemencias del clima, así como a las carreteras, muelles y malecones antiguos que continúan siendo parte de la infraestructura pública en Italia.
Aunado a ello, los especialistas comprobaron que las estructuras se construyeron con cal viva. Lo anterior luego de tomar muestras del yacimiento arqueológico de Priverum, que demostró ser rico en dicha mezcla de construcción.
Cabe señalar que, anteriormente, la durabilidad del hormigón romano se asociaba a los elementos de materia volcánica que conservan las mezclas, específicamente al material puzolánico, mismo que abunda en la región sureña de Pozzuoli.
Sin embargo, el grupo de científicos, conformado por profesionales de Harvard, Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y laboratorios europeos, se encargaron de desmentir tal creencia.