En México, la falta de disponibilidad de agua para actividades productivas y uso doméstico puede ser crítica de no tomarse medidas para enfrentar la sequía.
Y es que las actividades agropecuarias consumen la mayor cantidad de agua dulce en México con un 76%. Con mucho, la actividad que más demanda del líquido vital.
De acuerdo con cifras de la Conagua, el 57% del agua que se consume en actividad agropecuaria se pierde por evaporación. Aunque de manera significativa el desperdicio ocurre por infraestructura de riego ineficiente y caduca.
Se estima que la superficie irrigada en el territorio nacional es de 6.3 millones de hectáreas y aporta el 42% de la producción agrícola nacional. Las pérdidas por infiltración y evaporación superan el 60% del agua almacenada y distribuida para fines agrícolas.
Si a ello se le sumara el desperdicio que ocurre en las grandes urbes, la dimensión del problema se agrava.
El valle de México, donde confluye la capital junto con municipios conurbados del Estado de México e Hidalgo concentra el mayor desperdicio de agua del país.
Las fugas de la red hidráulica provocan casi un 40% del desperdicio.
En ese sentido, actualmente el agua renovable por habitante en México es de 3 mil 692 metros cúbicos. Para 2030, según estimaciones, el agua renovable por habitante descenderá a 3 mil 250 metros cúbicos.
Así, mientras el país recibe unos mil 500 millones de metros cúbicos de agua en forma de precipitación, siete de cada diez litros se evapotranspira; dos de cada diez se escurre por ríos y arroyos; el resto se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los acuíferos.
La situación puede ser tan grave que en algunas regiones en una década la disponibilidad por habitante será apenas de mil metros cúbicos por habitante lo que ya puede ser considerada como una condición de escasez.