Con la llegada de las vacunas contra el COVID-19 , las naciones ricas, que se han asegurado el mayor número de dosis, se colocan en un escenario favorecedor para que mejore su economía el próximo año, dejando atrás a los países en desarrollo.
La distribución desigual de las vacunas parece empeorar una realidad económica definitoria: el mundo que emerge de este capítulo aterrador de la historia será más desigual que nunca.
Los países pobres seguirán siendo devastados por la pandemia, lo que los obligará a gastar escasos recursos que ya están agotados por las crecientes deudas con los prestamistas en Estados Unidos, Europa y China.
La economía global se ha visto dividida durante mucho tiempo por profundas disparidades en la riqueza, la educación y el acceso a elementos vitales como agua potable, electricidad e internet.
Pero el COVID-19 ha agravado la destrucción de los medios de subsistencia en minorías étnicas, mujeres y hogares de bajos ingresos.
Es probable que el final de la pandemia agregue otra división que podría moldear la vida económica durante años, separando a las naciones con acceso a vacunas de las que no lo tienen.
Las organizaciones de ayuda internacional, los filántropos y los países ricos se han unido para garantizar que todos los Estados obtengan las herramientas necesarias para combatir la pandemia, como equipos de protección, pruebas, terapias y vacunas. Pero no han respaldado sus garantías con suficiente dinero.
La iniciativa líder, Act-Accelerator Partnership, una empresa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Fundación Bill y Melinda Gates, entre otras, ha asegurado menos de 5 mil millones de dólares de los 38 mil millones previstos.
Un grupo de países en desarrollo liderado por India y Sudáfrica buscó aumentar el suministro de vacunas fabricando las suyas propias, idealmente en asociación con las compañías farmacéuticas que han producido las versiones líderes.
En un intento por asegurar la colaboración, el grupo ha propuesto que la Organización Mundial del Comercio (OMC) renuncie a las protecciones tradicionales sobre la propiedad intelectual, permitiendo a las naciones pobres fabricar versiones asequibles de las vacunas.
La OMC opera por consenso. La propuesta fue bloqueada por Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea (UE), donde las empresas farmacéuticas ejercen influencia política.
La industria argumenta que las protecciones de patentes y las ganancias que obtienen son un requisito para la innovación que produce medicamentos que salvan vidas.
Los defensores de la suspensión de patentes señalan que muchos medicamentos de gran éxito se comercializan a través de investigaciones financiadas por el Gobierno, argumentando que esto crea un imperativo de colocar el bien social en el centro de acción.
"La pregunta es realmente: '¿Es este un momento para lucrar?'", enfatizó Mustaqeem De Gama, consejero de la misión sudafricana ante la OMC en Ginebra.
"Hemos visto Gobiernos cerrar economías, limitar las libertades, pero la propiedad intelectual se considera tan sacrosanta que no se puede tocar".
En las naciones ricas que han asegurado el acceso a las vacunas, el alivio del desastre económico provocado por la emergencia de salud pública está en marcha.
Las restricciones que han cerrado negocios podrían levantarse, trayendo beneficios económicos significativos tan pronto como marzo o abril.
Por el momento, el panorama es desolador. Estados Unidos, la economía más grande del mundo, ha sufrido un número de muertos equivalente a un 11 de septiembre todos los días.