Hoy día, encontrarnos con un gato mirándonos fijamente a los ojos resulta de lo más normal. Sin embargo, lo que nadie imaginaba era que su origen está en el norte de África y que su llegada a Europa ocurrió mucho más tarde de lo que se creía.
Estas revelaciones forman parte de un nuevo estudio internacional publicado en la revista Science, el cual se encargó de reescribir por completo el viaje de estos animales domésiticos: desde el desierto africano hasta las casas europeas.

Basándose en datos genéticos, el equipo conformado por expertos de universidades como la de Exeter (Reino Unido), Viena (Austria) y el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales (Bélgica), logró unir el pasado y el presente minino gracias a la paleogenómica.
“Diferentes estudios genéticos de años recientes comenzaron a arrojar resultados que no siempre coincidían. Fueron detectados linajes mezclados y rutas inesperadas, con hipótesis que indicaban que gatos salvajes y domésticos convivieron y se cruzaron mucho antes de lo pensado”, apuntó el líder del estudio, Marco de Martino, de la Universidad de Roma Tor Vergata (Italia).
“A partir de ello, comparamos patrones genéticos y rastreamos la huella familiar: desde los primeros felinos salvajes hasta los actuales compañeros de sofá.
También analizamos diferencias entre linajes para identificar cambios genéticos clave”, explicó.

De esta manera, la investigación demostró que el gato doméstico moderno proviene del gato salvaje del norte de África. Tras la llegada de este linaje al llamado viejo continente, estos seres se integraron en la vida de los romanos e incluso acompañaron la expansión militar.
Posteriormente, con el paso de los años, fueron adoptados y domesticados por miles de personas a lo largo de Europa.