Usar el cubrebocas en espacios públicos para frenar el contagio por Covid-19 sigue siendo una medida necesaria y recomendada por las entidades sanitarias -de carácter obligatorio en algunas localidades-.
Sin embargo, el uso de este aditamento no es adoptado por muchas personas. ¿Qué pasa con quienes sí lo usan y pueden sentirse expuestos y vulnerables ante la decisión de otros de no usarlo?
La Ciudad de México se mantiene en semáforo naranja y, a la par de la reapertura paulatina de más espacios públicos, se nota un porcentaje importante de personas sin cubrebocas, incluso, en el transporte público, aunque se anunció que su uso en éstos es obligatorio.
Quienes sí usan cubrebocas pueden experimentar estados emocionales negativos, como frustración y enojo, exacerbados por una hipersensibilidad gestada ante la situación actual, advierte el psicólogo y especialista en neuropsicología educativa Raymundo Calderón Sánchez.
Sin embargo, agrega, hay que entender que es un proceso de cambio y aprender a enfrentarlo desde lo individual, más que esperar a que todos los demás cambien, puesto que esta expectativa quizá conllevaría a más desgaste.
"Ante esta circunstancia en la que nos encontramos, los seres humanos, en general, estamos en una situación de hipersensibilidad", comenta.
"Desde esta necesidad y deseo de mantenernos seguros física y psicológicamente queremos hacer planes y que todo esté bajo control, pero esto genera cierto desgaste emocional".
Es muy probable que por esta hipersensibilidad, añade, quienes se frustran por la situación pública, salgan a la calle con cierto prejuicio y muy atentos al comportamiento de los demás.
"Y que estén quejándose mucho de lo que hacen los otros, pero la primera recomendación es concentrarnos en cuidarnos nosotros mismos", aconseja.
"No podemos controlar lo que hacen los demás, pero sí lo que nosotros hagamos; si todas las veces salgo con mi cubrebocas, careta, guantes, y cuando regreso me lavo las manos, las posibilidades de contagio son bajas".
Lo segundo, sugiere, es evitar las conglomeraciones, y entender que una persona no puede obligar a otra a que cumpla con la normatividad, aunque sea por un bien común.
"Decirle a los demás que cumplan es sumamente complicado, porque son circunstancias de vida diferentes y no se sabe cómo van a reaccionar las otras personas, quizá, motivadas también por su propia hipersensibilidad", expresa.
"Por lo regular, la mayoría de las personas más grandes respetan la normatividad, y los que menos lo hacen son los jóvenes. Tiene que ver con la percepción que cada quien tiene de la enfermedad, alguien puede pensar 'a mí no me va a pasar' o 'no es tan grave'".
Además, señala el especialista, hubo países como Perú donde se determinó un toque de queda a partir de cierta hora; sin embargo, no se limitó el índice de contagios.
Habría que pensar qué dispara esa hipersensibilidad, ese enojo ante la conducta de otros, porque quizás el detonante de fondo sea el miedo y la vulnerabilidad ante una enfermedad de la que aún no se conoce todo, y la incertidumbre de no saber hasta cuándo llegará la vacuna.
Aprender y prepararse
Calderón Sánchez explica que estos estados emocionales, como la frustración, son parte de un proceso de transición hacia una nueva realidad, para la cual cada quien puede ir preparándose.
"Esta es la nueva normalidad; ¿existe la posibilidad de que en mayo del próximo año aún salgamos a la calle con cubrebocas? ¡Claro!", indica el Coordinador Nacional de Psicología de la Universidad del Valle de México.
"Hay que entender que ya existe la nueva normalidad, no es cuando nos digan que ya estamos en (semáforo) verde y podemos regresar a la calle".
El especialista asegura que, en la medida en que las personas sean más tolerantes con la realidad externa, combinado con la certeza de que cada quién se cuida, podrán adaptarse más rápido a la nueva normalidad y, consecuentemente, bajar los niveles de hipersensibilidad.
También resalta que quienes se adaptan mejor al cambio demuestran que tienen una autoestima sólida y son realistas, no optimistas ni pesimistas, y ello les permite tomar mejores decisiones.
"Hay una frase que dice 'cuando veo que hace mucho aire en una embarcación, si soy pesimista temo por la tormenta; si soy optimista, pienso que no habrá tormenta, pero si soy realista preparo las velas de la embarcación'; de eso se trata", menciona el psicólogo.
Las personas a las que les cuesta mucho trabajo adaptarse, reflexiona, probablemente tuvieron problemas para quedarse en casa, estar aislados, relacionarse con su familia o trabajar en modalidad home office.
"Esas personas que no han incorporado elementos para mejorar esto quizá van a pasar mal esta transición, o se van a tardar más".
En estos casos, sugiere buscar ayuda psicológica, pues la capacidad de adaptación es una herramienta muy valiosa para la vida, en diversos ámbitos.
"Pueden preguntarse qué han aprendido de esta nueva normalidad, y si no ha habido nuevos aprendizajes, cuales podrían trabajar; no es contrarreloj, sino al ritmo de cada quién".