Aunque el consumo de frutas deshidratadas es frecuente en la actualidad, su ingesta se remonta a miles de años. En el Antiguo Egipto, Mesopotamia y otras zonas del Mediterráneo y el Medio Oriente se usaban dátiles, higos y pasas como ingredientes frecuentes en su gastronomía.
El objetivo principal de la deshidratación de alimentos era su preservar sus propiedades por más tiempo. De manera que las frutas y otros alimentos secos fueron usados por marineros en sus largos viajes; en períodos de guerra y otras situaciones extremas.
También, durante las épocas frías, en muchos países se incluyen en la dieta duraznos, fresas, manzanas, y muchas otras frutas en esta versión por ser una poderosa fuente de energía lo que ayuda a mantener la temperatura.
Y es que son muchos los beneficios que ofrece le consumo de frutas deshidratadas.
De hecho, un estudio publicado en Science Direct que contó con más de 13,000 individuos demostró que el consumo de estos frutos se asoció con una mejor ingesta de nutrientes, un puntaje de calidad de la dieta general más alto y medidas de peso corporal / adiposidad más bajas.
Por su intenso sabor dulce, potencian recetas como mermeladas naturales y postres, sirven de endulzante natural en recetas y batidos en los que se quiere evitar el uso de azúcar refinada. Es una opción que enriquece las infusiones y una gran alternativa para inculcar a los niños el hábito de comer frutas mezclándolas con frutas frescas.
Pero dulce también puede ser sinónimo de espanto. Quienes tenemos cuidado con el azúcar en cualquiera de sus formas, esta alternativa para ingerir frutas puede no ser tan beneficiosa.
Las frutas deshidratadas, sin azúcar añadida, tienen gran cantidad de nutrientes pero concentrados. Lisa Drayer, nutrióloga y escritora asegura en una nota publicada por CNN, que al eliminar el agua de la fruta tenemos una fuente concentrada de fibra, antioxidantes y también de azúcares.