Seguir una dieta saludable puede costar hasta cinco veces más que sólo satisfacer las necesidades energéticas básicas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). El factor determinante: las políticas comerciales de las cadenas de suministro agroalimentario.
Pero, tras realizar un estudio en diversos países, la organización ha concluido que si los hábitos se modifican en conjunto, los costos, tanto económicos como ambientales, podrían reducirse considerablemente.
"En general, los costos totales asociados a las dietas saludables son mucho más bajos que los costos de los hábitos de consumo actuales.
"Si la población se orienta hacia dietas saludables, se prevé que los costos sanitarios directos e indirectos se reduzcan hasta 97 por ciento, y que el costo social de las emisiones de gases de efecto invernadero disminuya entre 41 y 74 por ciento", detalla el organismo en su informe sobre Europa y Asia Central.
De acuerdo con el organismo, los beneficios de una dieta nutritiva no sólo afectan a los individuos, sino a la sociedad: los costos de una dieta nutritiva se asumen en conjunto. Y la pandemia ha dado oportunidad de replantear los sistemas agroalimentarios.
"Las dietas varían mucho de un lugar a otro, en función de la disponibilidad, los hábitos y la cultura.
"Optar por una alimentación saludable resulta cada día más complicado debido a los cambios sociales. Si bien muchos países aún se enfrentan a la desnutrición, cada vez más personas en el mundo consumen alimentos con un alto contenido de grasas, azúcar y sal", detalla la página de la FAO.
Las recomendaciones Basándose en los últimos datos disponibles, la organización sugiere a los mexicanos ser físicamente activos y comer adecuadamente para mantener un peso corporal saludable y prevenir enfermedades, siguiendo estos lineamientos:
1. Tomar tiempo para comer y disfrutar los alimentos.
2. Incluir los tres grupos: frutas y verduras, cereales y legumbres y proteínas de origen animal en desayuno, almuerzo y cena.
3. Beber mucha agua. Y preferir agua simple o con sabor, sin azúcar, sobre refrescos, jugos y aguas frescas.
4. Reducir el consumo de alimentos con alto contenido en sal, como embutidos, botanas, sopas instantáneas y alimentos enlatados.
5. Evitar comer en exceso: consumir porciones más pequeñas y dejar de comer al sentirse satisfecho.
6. Elegir alimentos asados, guisados y a la parrilla con poco o ningún aceite (grasa) agregado.
7. Incluir verduras y frutas frescas, de temporada, en cada comida.
8. Consumir cereales integrales, como tortillas, avena, amaranto, arroz, pan y pasta, y legumbres, como frijoles, lentejas y judías verdes, todos los días.
9. Reducir el consumo de alimentos dulces como pan dulce, galletas y productos de panadería. 10. Practicar actividades físicas al menos 30 minutos al día, como caminar, bailar o jugar, e integrarlas a la rutina familiar.