“Apenas me alcanza para comer. No puedo invertir los 30 o 40 pesos que saco al día en comprar cubrebocas. Sólo me encomiendo a Dios y a trabajar".
Así es el día a día de Onésimo, un joven de 19 años que todos los días trabaja como limpiaparabrisas en la vialidad Adolfo López Mateos. Comenta que su mayor protección es la de Dios, ya que, como él, cientos de mexiquenses sortean al coronavirus causante del COVID-19, ante la carencia de insumos como cubrebocas o gel antibacterial.
"Nos han regalado uno que otro (cubrebocas), pero pues lo traemos tres o cuatro días porque son de los desechables. Ya luego se tiene que tirar, y de ahí a que te regalen otro, pues pasan muchos días. Yo no puedo comprar diario porque no me alcanza con los 40 pesos que sacó".
Comenta que desde antes de la pandemia, él, al igual que otros siete compañeros que también trabajan en ese punto como limpia parabrisas, sortean la pandemia del hambre, de la falta de trabajo y de la inseguridad.
"Para nosotros las cosas han estado muy feas desde hace mucho tiempo. Si bien, ese virus te mata muy rápido, acá el hambre también te mata poco a poco".
Onésimo forma parte de la población a la que el sector salud no voltea a ver para dotarla ni con un cubrebocas.
Para los limpiaparabrisas, el COVID-19 es un virus al que le temen, pero con el que han aprendido a vivir durante los nueve meses de pandemia.