Este abril se cumplió una década de que el mundo, pero sobre todo los mexicanos conocimos el virus de la influenza A H1 N1, 10 años de calles semivacías, de gente usando cubrebocas, de los saludos a distancia, pero sobre todo del miedo a lo incierto y a no estar preparados.
Víctor Manuel Torres Meza, director del Centro Estatal de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades (CEVECE) del Estado de México, recuerda los momentos aciagos que vivió el sector salud al enfrentar lo que en ese momento era mal desconocido para comunicarlo a una población en la que crecía el miedo.
“El visitar una terapia intensiva en Ecatepec y ver radiografías de cuadros de neumonías atípicas que prácticamente eran iguales, dijimos: que está pasando aquí, hay un racimo de infección respiratoria grave y hay que ver da una hipótesis y tener una ciudad vacía donde los restaurantes estaban vacíos, donde las papelerías estaban cerradas y donde hasta conseguir un mapa gigante del Estado de México se estaba complicando para que tú mismo situaras donde estaba comportándose los casos”.
El 25 de abril, refiere, la Organización Mundial de la Salud nos advertía que la influenza podría convertirse en pandemia, además de que la calificaba como impredecible, en un tiempo en el que no se tenían las redes sociales para informar a cada momento y cuando difusión de medidas tan serias como cerrar escuelas y comercios era necesaria porque el espacio público era foco rojo.
“Mucha gente no creyó, mucha gente dudaba de que esto fuera cierto, pensaba que eran una cortina de humo, que estábamos desviando la atención de los problemas que ocurrían en el país en el 2009 y que esto era un distractor, nosotros que lo vivíamos diariamente en los hospitales decíamos esto está ocurriendo”.
Medidas serias pero que afirma sirvieron para hacer frente a curva ascendente en los casos del nuevo virus.
“Estas lecciones que tuvimos en el 2009 nos enseñan a hacer lo que hicimos bien en ese entonces y hacer mejor lo que hicimos mal, creo que son lecciones aprendidas y decirte que frente a cualquier otro padecimiento estamos mejor preparados que lo que estábamos en el 2009”.
La gran crisis que se vivió entre abril y septiembre, afirma, dejó importantes frutos como el monitoreo constante de los cuadros de infección la generación de medidas anticipatorias, pero sobre todo una población en alerta y dispuesta a responder cuando se ponía en juego la vida.