En la oscuridad del bosque, patrones de luz se encienden conforme la noche arropa a los árboles. Las luciérnagas necesitan verse las unas a las otras para comunicarse. Por esta razón, prefieren ecosistemas en donde el follaje de los árboles las proteja del sol. Sin embargo, en décadas recientes este fulgor natural se ha venido desvaneciendo. La actividad humana es el mayor obstáculo que tienen en la actualidad para volver a resplandecer.
De acuerdo con Becky Nichols, entomóloga del Great Smoky Mountains National Park, las luciérnagas empiezan su danza lumínica alrededor de las 21 o 22 horas en el bosque. La experta destaca que son animales que logran sincronizar su fulgor natural, como una forma de comunicación entre miembros de su comunidad. Es una manera de decir “aquí estoy, aquí estamos“.
Son las hembras las que lanzan las primeras señales. Si los machos reciben correctamente el patrón de luz, contestan de manera casi instantánea. Menos de un segundo es suficiente para que miembros de la misma especie logren reconocerse entre sí. Sin embargo, a falta de árboles en los cuales asentarse, las poblaciones de luciérnagas han visto una caída dramática en Estados Unidos.
La luz fría y característica de las luciérnagas es producto de una reacción bioquímica que se da en sus linternas abdominales. Sin embargo, este fulgor se ha retirado de diversos espacios en los que antaño encendieron la noche. Ya sea por la pérdida del hábitat o el uso de pesticidas, el número de luciérnagas ha caído dramáticamente desde hace un par de décadas. De la misma manera, la contaminación lumínica les quita fuerzas, hasta que pierden la vida.
Las luces artificiales impiden la reproducción de las luciérnagas
De acuerdo con Avalon S. C. Owens, doctorado en biología de la Universidad de Tufts, el exceso de luz artificial está siendo determinante en el decrecimiento de las poblaciones de luciérnagas en Estados Unidos. Según la investigación que condujo recientemente, “la contaminación lumínica es una amenaza para la reproducción de las luciérnagas”.
El problema radica, según la experta, en la visibilidad. Las luciérnagas utilizan su fulgor para atraerse entre sí. Esta estrategia reproductiva no opera correctamente cuando las poblaciones cercanas interfieren con luces artificiales. No sólo eso: los machos pierden intensidad bioluminiscente cuando están constantemente expuestos a farolas y focos.
De esta manera, las hembras no pueden localizarlos. Además de ser una especie particularmente exigente en sus rituales de apareamiento, literalmente se pierden de vista. Aunado a la tala excesiva y a la intervención de la industria en las áreas naturales, las luciérnagas se quedan con pocas opciones para poder vivir en libertad.
Owens quiere asegurarse de que las generaciones futuras puedan apreciar el espectáculo nocturno que estos insectos ofrecen. Sin embargo, destaca la importancia de dejarlas habitar en su ecosistema natural. Con una reducción en las luces humanas, sumado a los esfuerzos de restauración y conservación de los bosques, las poblaciones podrían restablecerse en un futuro cercano.