El esquivo y misterioso narval (Monodon monoceros), a veces denominado unicornio marino por el característico cuerno de los machos, es un cetáceo que pasa la mayor parte del tiempo en las profundidades del océano Ártico. En verano suele acercarse a las costas, pero resulta difícil de estudiar por tratarse de un animal muy asustadizo; huye enseguida cuando se acercan humanos en sus barcos y lanchas a motor.
Sin embargo, dos investigadores de la Universidad de Hokkaido (Japón) se unieron a las sigilosas cacerías que organizan los inuit con sus kayaks, para grabar los sonidos de estos cetáceos en un remoto fiordo del noroeste de Groenlandia, obteniendo una información muy valiosa para conocer el comportamiento de estas criaturas tímidas y misteriosas.
Usando micrófonos subacuáticos acoplados a pequeñas embarcaciones, los científicos se acercaron a 25 metros de los narvales y lograron captar, tanto sus llamadas sociales, como los sonidos que emiten al buscar alimento: bancos de peces.
Las vocalizaciones para comunicarse con sus congéneres parecen silbidos; sin embargo, usan clics para la ecolocación, ese sonar biológico que emplean delfines, murciélagos, ballenas y otros animales para navegar y localizar a sus presas.
Cuanto más se aproximan los narvales a su comida, más rápido hacen los clics, llegando a un punto en que el ruido se parece al de una motosierra, un zumbido final que ayuda a identificar la ubicación del inquieto alimento.
"Si te acercas y apuntas a estos peces rápidos, mejor saber con precisión dónde están, y para ello necesitas reunir la información con más frecuencia", explica Evgeny Podolskiy, el investigador principal.
Para escuchar y visualizar cómo utilizan los narvales sus diferentes sonidos, los autores, en colaboración con la American Geophysical Union (AGU), han publicado un video en YouTube mostrando los distintos escenarios.