Una de las especies más conocidas en el reino animal es la araña lobo (Lycosidae), no sólo por su particular nombre, sino también por las características que la definen. Este artrópodo debe su nombre al parecido de su cara con la de ese mamífero cazador. Posee ocho ojos, de distintos tamaños, y sus sentidos están siempre activos, en especial el del tacto, por lo que detecta fácilmente a sus víctimas.
La necesidad de protegerse obliga a la araña lobo a aplicar su inteligencia. ¿Cómo? Frecuentemente cava hoyos de hasta 25 centímetros de profundidad, se mete allí y coloca piedras en las entradas para impedir el acceso a sus enemigos. También de esta forma es capaz de atraer a sus presas, mientras se esconde. Las rocas sirven asimismo para mantener seca su guarida cuando llueve, logrando resguardarse del agua.
Aunque para muchos la araña lobo represente un animal aterrador, la verdad es que no representa un gran peligro para el hombre. Si bien es cierto que su mordida es dolorosa, produce un intenso picor y acarrea una ligera inflamación, la sustancia que emana no es venenosa ni mortal.
Algunas otras reacciones que presenta el hombre al ser mordido por la araña lobo son: oscurecimiento de la zona afectada, náuseas, mareos, pulso acelerado e hinchazón de los ganglios linfáticos.
La araña lobo habita principalmente en Estados Unidos, específicamente en Oklahoma, Florida, Maine y Texas.