El basilisco común (Basiliscus basiliscus) es un tipo de lagarto que habita en las selvas tropicales de América central, aunque también se extiende al norte y sur. Un ejemplar promedio puede alcanzar los 75 centímetros de longitud, donde cerca de 50 centímetros serían cola, y pesar alrededor de 200 gramos gracias a su dieta omnívora.
Pese a contar con una gran mandíbula con dientes en forma de sierra, que utiliza para atrapar distintas presas, su característica más llamativa es que, gracias a la forma de sus patas y a la velocidad que alcanza, resulta capaz de correr por encima del agua sin hundirse durante varios metros. Pero…¿cómo lo logra?
Una nueva investigación liderada por la Universidad de Harvard (Estados Unidos) sugiere que las claves de dicha habilidad son la velocidad y una gran superficie de contacto.
“La velocidad la tiene, ya que, gracias a la potencia de sus músculos, el basilisco es capaz de alcanzar velocidades de cerca de 25 kilómetros por hora en tierra. Sin embargo, para aumentar la superficie de contacto, este lagarto cuenta con una modificación especial en sus extremidades traseras. Concretamente, poseen unas membranas escamosas en el tercer, cuarto y quinto dedo, que sólo se abren cuando la superficie pasa de sólida a líquida”, explica uno de los autores, Anders Dreyer.
“Esto aumenta la superficie de la pata, lo que a su vez le ayuda a correr sobre las aguas durante cierta distancia, normalmente de 5 a 20 metros”, agrega.
Para Dreyer y el resto de su equipo, la técnica que emplean los basiliscos también es importante. Según pudieron observar mediante cámaras de alta velocidad, cada paso cuenta con tres partes diferenciadas: la palmada, la brazada y finalmente, la recuperación.