Durante siglos, los perezosos de tres dedos (Bradypus) han sido catalogados como animales feos e incluso inútiles, pues tienen una mala audición y vista, aunado a que son los mamíferos más lentos del reino animal.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que su letargo es una estrategia para ahorrar energía; a pesar de su incapacidad para escapar de las amenazas, los perezosos han descubierto lo que les funciona. Y aunque puedan parecer solitarios, no tienen éxito por sí solos.
Estos animales forman parte de una alianza inesperada con polillas y algas, que viven dentro de su espeso pelaje, junto con demás hongos, garrapatas y ácaros.
Después de que un ejemplar ha pasado días descansando en las copas de los árboles, durmiendo y comiendo hojas venenosas, llega el momento de hacer sus necesidades semanales; pero en lugar de dejar caer sus excrementos desde las alturas, realiza un largo descenso.

No obstante, este movimiento resulta excepcionalmente arriesgado, ya que quema una décima parte de las calorías diarias del perezosos y lo expone a los depreadores del suelo de la selva, donde en la mayoría de los casos es incapaz de defenderse.
Si todo sale conforme lo planeado, el animal cava un pequeño hoyo en el sueño, una especie de inodoro natural, y por fin deposita sus necesidades.
Precisamente, es aquí donde entran en escena las polillas hembras, las cuales ponen sus huevos en los excrementos frescos, mismos que se convertirán en larvas coprófagas para después crecer y transformarse en polillas adultas que revolotearán en busca de sus propios hábitats peludos para fertilizar el pelaje con nutrientes. Junto con el agua de la lluvia, favorecerán el crecimiento de algas, que otorgan un color verde, camuflaje eficaz frente a las aves rapaces que suelen patrullar sobre sus cabezas.