En Sudáfrica, la vegetación crece en Nambiti, una reserva en donde se permite la caza privada, que acumula trabajo de reparación de cercas, limpieza de caminos y poda de plantas, cuenta Njabulo Hodla, subdirector del recinto.
Los animales tienen que ser sacrificados, cuenta, ante la devastación de la industria turística, que emplea a uno de cada 20 trabajadores del país.
Diciembre era una época que recibía a miles de visitantes extranjeros que gastaban cientos e incluso miles de dólares al día.
Sin embargo, con más de un millón de casos confirmados de Covid-19 y cerca de 29 mil muertes, no se espera que los turistas vuelvan pronto.
"Es duro, realmente duro. Nunca había visto una temporada así", asegura Hodla, quien trabaja en Nambiti desde el 2008.
Las 500 reservas de caza privadas de Sudáfrica suelen encontrarse en áreas remotas y empobrecidas. A decir de sus propietarios, también sirven de hábitat para animales amenazados.
Cada mes, gastan grandes cantidades de dinero en alimentar y cuidar a sus animales.
Por la pandemia, muchas de ellas tuvieron que cerrar de forma permanente o despedir empleados. Algunas tuvieron que vender o incluso matar a su fauna.
"Reservas como la nuestra pasaron de un ingreso bastante bueno que apoyaba 300 empleos y un proyecto de conservación masivo a literalmente nada", lamento Clarke Smith, presidente de Nambiti.
Dalton Ngobese, un guia de la provincia de KwaZulu, dejó de trabajar en marzo por la ausencia de visitantes.
"No hay trabajo. Sólo estamos sentados aquí. La situación es muy mala. Hay sequía y no hay cultivos en nuestros campos", resalta.
Si la crisis del Covid-19 se prolonga por más tiempo, las cientos de miles de hectáreas de Sudáfrica que se habían convertido en reservas de caza durante las últimas décadas podrían regresar a ser zonas de ganado o agricultura.