Cada verano, la banquisa polar, una enorme capa de hielo marino que mantiene frío al Ártico, pierde una fracción con la llegada de los días más cálidos del año. Este efecto es completamente natural, siempre que, al cabo de un par de meses, la disminución de la temperatura que trae consigo el otoño provoque el restablecimiento del hielo.
Año con año, el porcentaje de hielo congelado durante el invierno es cada vez menor; sin embargo, en este 2020, el aumento gradual de la temperatura, producto del cambio climático, alcanzó un punto que demuestra que el colapso del hielo en el Ártico puede ocurrir más rápido de lo que se pensaba.
Y es que por primera vez en la historia, el hielo marino de esta región no volvió a congelarse durante el mes de octubre.
Lo alarmante es que el congelamiento tardío podría ser sólo el inicio de un círculo vicioso que traería consigo graves estragos para el Ártico. Si el mar comienza a congelarse hasta el invierno, entonces tendrá menos tiempo para separarse antes de que llegue el próximo verano y las temperaturas aumenten drásticamente, situación que provocaría que, para 2021, el efecto se multiplique, dando como resultado capas de hielo más frágiles.