Sin duda, no existe relación más profunda entre dos seres vivos como la de los perros con los humanos. Y es que los vínculos entre nuestra especie y el primer animal domesticado, forjados a través de miles de años de contacto, han impulsado en los descendientes de los lobos un singular mecanismo evolutivo, que incluso, los ha transformado anatómicamente con el objetivo de aumentar su capacidad de comunicación.
Un nuevo estudio publicado en la revista científica Current Biology demostró que estas habilidades únicas de interacción de los caninos hacia las personas son parte inherente de su herencia genética y no de capacidades sociales adquiridas.
Durante la investigación, el equipo contó con la ayuda de 375 cachorros de las razas Labrador y Golden Retriever de ocho semanas de nacidos, los cuales no habían tenido interacción humana con el objetivo de crear un modelo estadístico que les permitiera diferencias de mejor forma los factores genéticos ambientales.
A través de distintas pruebas, el estudio descubrió que bastaron apenas dos meses para que los cachorros lograran interacciones complejas con nuestra especie, como mirar en la dirección hacia la que señala una persona con su dedo índice o prestar mucha atención a las expresiones del rostro humano.
Dichas habilidades forman parte de un legado evolutivo que comenzó con su domesticación, demostrando el éxito de la llamada “selección artifical” que llevaron a cabo los primeros humanos, favoreciendo a aquellos caninos que contaban con una mejor capacidad de interacción y sociabilidad, pavimentando el camino de la especie que conocemos hoy en día.
“Nuestros hallazgos mostraron que los cachorros son hábiles desde el principio, más cuando se trata de comunicaciones sociales. Lo mejor de todo es que los resultados obtenidos podrían apuntar a una parte importante sobre la historia de la domesticación, en el sentido de que los animales con propensión a comunicarse con nosotros podrían haber sido seleccionados en las poblaciones de lobos que dieron origen a los perros actuales”, explica Emily E. Bray, autora principal del estudio.
Ahora, el siguiente paso para los investigadores será buscar aquellos genes específicos que influyen en el grado de sociabilidad de los cachorros, así como aplicar el experimento en otras razas de perros.