Stich tiene tres años y vive en Nueva York. Su educación cuesta 200 dólares semanales y su alimentación, 60 dólares al mes. Todos los días a las 19.00 lo pasa a buscar alguien al que se le paga para que lo pasee, y tiene más juguetes que los que tuvo su padre de niño. Stich es el perro de George Tsoy, de 22 años, y su compañera de piso. “Es nuestro pequeño hijo, lo tratamos como a una persona de verdad”, comenta Tsoy, de visita en Washington.
El mercado de mascotas está en efervescencia. Estados Unidos es el país que más desembolsa per capita en el cuidado de sus compañeros domésticos. En 2020, el gasto total rozó los 100.000 millones de dólares, el doble que hace una década, en gran parte debido a los millenials, que lideran esta suerte de humanizar a las mascotas.
Casi la mitad de los estadounidenses destina alrededor de 3.400 dólares anuales en atender las necesidades de sus perros, según una encuesta de Rover, la mayor red mundial de cuidadores y paseadores de estos animales. Otros gastan más. Mucho más.
Entre las excentricidades que tienen a la locomotora del consumismo a toda máquina figuran aplicaciones de citas, televisión o servicio de taxis. Todo para perros. Nueve de cada 10 dueños consideran a sus mascotas como parte de la familia, revela el informe La humanización de las mascotas (2019). En este escenario aparecen cada vez más empresas que organizan desde bodas y cumpleaños, hasta la ceremonia judía del bark mitzvah.
Ana Clara Muñoz, de 30 años, cursa una especialidad en psiquiatría para mascotas en la clínica veterinaria de la Universidad de Carolina del Norte, donde dan un diagnóstico médico al perro, a veces recetan antidepresivos y ansiolíticos, y elaboran un plan de modificación conductual.
Muñoz sostiene que la “humanización” de los perros ha mejorado la salud de estos, debido al excelente cuidado que reciben, pero que puede ser negativa cuando se les obliga a hacer cosas que los alteran, como, por ejemplo, una sesión de fotos.
“Los millenials nos estamos esperando más a tener hijos ahora que tanto mujeres como hombres trabajan, y tener una mascota cumple la necesidad de cuidar a un ser. Además, el gasto de tener un perro es muchísimo menor al de tener un hijo”, apunta la veterinaria que atiende principalmente jóvenes, pero también jubilados que ya no viven con sus hijos y ahora tienen “perrhijos”.
Grandes marcas
En los pasillos de una sucursal de Petco, en la capital del país, venden comidas de “calidad humana” que van desde preparados de venado y calabaza, hasta un paquete de snacks de brisket (pecho de vaca) a 29,95 dólares los 140 gramos.
También mascarillas para la pandemia, chubasqueros o botas para el frío por 60 dólares. Este tipo de vestuario está pensado para el público masivo, pero la oferta de lujo también se abre paso.
Diseñadores de renombre fabrican ropa y accesorios para perros. Louis Vuitton, por ejemplo, ofrece un collar de cuero con placa por 345 dólares. La correa, por 480 dólares, se vende por separado.
El dependiente de la tienda de Petco comenta que durante la pandemia ha visto dispararse la venta de sus productos en línea. El auge responde a los hábitos de compra de los millenials —o padres de mascotas, como varios se autodefinen—. La venta de accesorios registró un alza de un 21% en 2020, alcanzando casi 800 millones de dólares, cuatro veces la tasa de crecimiento de 2019, según el informe Suplementos para mascotas en EE UU. La mitad de los suscritos a empresas de productos para mascotas en línea tiene menos de 40 años. “Mi mamá tenía 18 años cuando tuvo su primer hijo y yo tengo 22 y no creo que tenga hijos hasta los 40. Queremos asumir una pequeña responsabilidad por alguien, pero no tanta como una persona”, explica Tsoy.
Manuela Tironi, de 28 años, se mudó desde Chile a Washington justo antes de que se desatara la pandemia. Con un trabajo de media jornada, el aburrimiento la impulsó a bucear en el mundo de los paseadores y cuidadores de perros. Se creó un perfil en Rover y en seis meses sus ganancias mensuales rozan los 2.000 dólares, superando su salario de abogada en su país de origen (donde el coste de vida es significativamente menor). Sus amistades que se dedican únicamente a este negocio ganan 3.800 dólares al mes, comenta por teléfono.
“Pensé que como estaban todos encerrados no iban a requerir el servicio, pero sorprendentemente hay mucha demanda. La gente aquí viaja mucho y dejan a sus mascotas solas”, explica Tironi. Comenzó cobrando 13 dólares por un paseo de media hora y ahora ya va por 20, y cerró su perfil debido a la cantidad de clientes fijos que logró cosechar.
Actualmente en Estados Unidos hay más hogares con mascotas que con menores de edad, situación que se viene replicando en otros países de Europa y en algunas zonas de América Latina.