El remedio a todos los males es acabar con la corrupción, dicen los grades lideres y estudiosos del tema; la violencia desenfrenada, la inseguridad, la desigualdad, la falta de oportunidades y hasta el hambre se termina sin el mal de la corrupción.
Pero los ciudadanos comunes, ¿pensamos lo mismo? ¿Realmente estamos claros en este tema?
En política, cada que cambiamos de Presidente, Gobernador o Alcalde, toman este tema como estandarte de campaña, prometen lo mismo una y otra vez, y otra vez. Algunos cumplen lo prometido, muchos más lo dejan en buenas intenciones, mientras que, nosotros, la sociedad solo observamos, nos quejamos y no hacemos nada.
Suelo ser una observadora más con sentido común, realmente estoy convencida de que todos somos juez y parte en este mal y para erradicarlo debemos de hacer lo propio desde nuestra trinchera.
Para empezar, debemos de estar consientes que no se puede coexistir sin reglas; que nos convenga o no, tenemos que respetar las leyes que se han establecido para la sana convivencia y asumir las consecuencias de no respetarlas.
Mientras sigamos sumergidos en el mal hábito de la corrupción que inicia desde nuestros hogares, e ignoremos que somos los padres de familia los responsables de formar sociedades, el panorama no podrá cambiar.
No empieza con el policía, con el político, con el funcionario que acepta o pide una dadiva para realizar su trabajo, por el contrario, se debe de combatir desde la raíz, efectivamente, la raíz que son los niños. Debemos de formar niños con valores, con respeto, con humanidad, que puedan dar un giro al rumbo que actualmente lleva nuestra sociedad.
Basta de estar como ´cachorros con los ojos cerrados´ sobre las acciones de gobierno, la corrupción solo se combate con sanción, no basta con salir a votar, se requiere la acción ciudadana para vigilar, limitar y sancionar el actuar de las autoridades, que definitivamente no pueden cambiarlo todo en un abrir y cerrar de ojos.
Necesitamos dejar de ampararnos en la justicia, porque es un concepto efímero y subjetivo. Dejemos atrás nuestras ideas paternalistas de que los tres niveles de gobierno son los responsables de la corrupción, porque al final del día siguen siendo piezas intercambiables en un tablero de ajedrez que es la sociedad.
Debemos de dejar de dar premios por hacer nuestro trabajo, o cumplir con nuestras obligaciones. El mayor premio que un ser humano puede recibir es el reconocimiento y la certeza de haber cambiado la historia, al no permitir que se propague el mal de la corrupción en seno de la sociedad.