En muchos momentos de la historia, los perros no siempre han sido mascotas para los seres humanos; así como las cabezas de ganado o los caballos, durante la Edad Media los canes fungieron como especies de trabajo más que como miembros de la familia. Y es que a pesar de que la relación con ellos data de miles de años atrás, algunos países de la Europa medieval emplearon a estos animales para solventar algunas necesidades laborales.
Por oficio, no por raza
Durante siglos, los perros no se catalogaban por “raza”, como lo hacemos en la actualidad. Específicamente en la Edad Media, a éstos se les identificaba más bien por el tipo de trabajo que desempeñaban. Dichas etiquetas se usaban entre las clases trabajadoras, que requerían de “mano de obra” barata.
Al respecto, la historiadora británica Livia Gershon explica que las jerarquías humanas también se reflejaban en los diferentes tipos de perros que existían durante este periodo histórico. “La idea era que los artesanos, comerciantes y trabajadores pudieran utilizarlos para ayudar a la caza furtiva y, posiblemente, usar las expediciones de cacería como cobertura para conspiraciones rebeldes”, señala.
Sin embargo, los caninos no sólo se usaban para la cacería; pues aunque esta tradición se mantiene hoy en día para una que otra raza, algunos cocineros, panaderos y trabajadores de la cocina solían “contratarlos” como molineros para darle vuelta a las ruedas que alentaban el fuego de los hornos.
Trabajo duro
La costumbre de entrenar perros como guías para personas ciegas, según Gershon, data desde la Edad Media. Incluso, aquellas personas que habían perdido el sentido de la vista se apoyaban de razas de gran tamaño para caminar por la calle, mercados y espacios públicos.
De igual manera, la gente de escasos recursos adiestraba algunos canes callejeros para mendigar con ellos. De acuerdo con la experta, existen registros históricos en los que se alude a esta dinámica como maestros vagabundos: “los animales causaban ternura y lástima, con el objetivo de conseguir unas cuantas monedas para sus humanos”.
Otras profesiones menos atractivas también se encontraban entre las actividades comunes de los perros medievales. Las peleas con animales más grandes abundaban, así como las apuestas en las que salían lastimados.