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“Cuchufleto”, el hachiko mexicano

Viernes, 25 Junio 2021 00:01 Escrito por 

En Rancherías, municipio de Muzquíz, Coahuila, a la entrada de la bocamina de “Micarán”, lugar en donde recientemente murieron siete carboneros, “Cuchufleto”, un perro fiel sigue esperando la llegada de su querido amo.

De pelaje negro con blanco, mirada triste y amor incondicional, el noble perruno sigue llegando a este sitio con la esperanza de volver a ver a su dueño, Gonzalo Cruz Marín, oriundo de Rancherías.

Tristemente, el hombre de 55 años de edad fue el cuarto de los cuerpos rescatados tras el fatídico accidente sucedido el pasado 4 de junio, en donde las paredes del manto carbonero se derrumbaron por una inundación, dejando atrapados a un grupo de trabajadores, de los cuales solo 10 lograron salir a tiempo y salvarse.

Sandra Idalia Briseño, viuda de Cruz Marín, fue la encargada de compartir esta emotiva historia a un medio local y que, gracias a las redes sociales, se viralizó a nivel nacional.

“Gonzalo trabajaba dos turnos seguidos, de primera y segunda. “Cucho” como le decimos de cariño, siempre lo seguía para todos lados, se iba con él en la mañana, lo dejaba en el fundo y se regresaba a comer y a tomar un poco de agua. Por la tarde, si mi esposo llegaba después de la hora habitual, el can se iba de nuevo y lo buscaba. Esa era la rutina de todos los días”. relata la mujer.

“El día del accidente ahí estaba mi perro con mi esposo y, después del derrumbamiento, olfateaba, luego rascaba y rascaba en la bocamina, movía la cola, aferrado porque sabía que ahí dentro se encontraba mi esposo”, recuerda.

Al enterarse de este caso, usuarios de las redes sociales han nombrado a Cuchufleto como el “Hachiko mexicano”, debido a que su historia se asemeja mucho a la del perro japonés, el cual espero a su dueño en el mismo lugar tras su muerte y que incluso su relato fue llevado hasta la pantalla grande.

Hoy en día, a semanas del accidente, Cucho sigue todavía muy triste, se aparta de todos y su familia asegura que hasta lo escuchan llorar. “Antier estaba como aullando, lamentándose, algo sentía, la ausencia de mi esposo”, finaliza.

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