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Cazar ratones: Estudios ponen en duda una de las creencias más populares sobre los gatos

Martes, 27 Agosto 2024 00:01 Escrito por 
En los últimos tiempos han aparecido diversos estudios contradiciendo esta idea En los últimos tiempos han aparecido diversos estudios contradiciendo esta idea

La creencia popular que asegura que los gatos funcionan como controladores de plagas tiene raíces profundas en la sociedad occidental, pues muchas personas aseguran que la presencia de estos felinos domésticos puede reducir en gran medida las poblaciones de ratas.

Sin embargo, en los últimos tiempos han aparecido diversos estudios contradiciendo esta idea. Por ejemplo, un artículo publicado en la revista Smithsonian Magazine citó una investigación realizada dentro de una planta de gestión de residuos en Brooklyn, Nueva York, donde se observó una colonia de roedores durante un periodo de 79 días. Los resultados fueron sorprendentes: los gatos sólo mataron un par de ejemplares.

Por su parte, Michael Parsons, investigador de la Fordham University, igualmente en la Gran Manzana, explicó que la baja tasa de éxito de los gatos se debe en parte al tamaño y la ferocidad características de las ratas urbanas.

“Una rata neoyorquina puede llegar a pesar alrededor de 330 gramos, lo que es aproximadamente diez veces el peso de un ratón promedio. Esto hace que los mininos prefieran acechar individuos más pequeños y fáciles de capturar”, comentó el especialista.

“También hay que tomar en cuenta que ambas especies resultan más propensas a ignorarse o evitarse de manera mutua antes que enfrentarse en un conflicto abierto”, agregó.

Otro aspecto a considerar del por qué de esta situación es la dieta de los gatos. Y es que de acuerdo con un artículo de la plataforma The Conversation, el 47% de las presas cazadas por felinos son pájaros, mientras que sólo el 21% son mamíferos, incluyendo pero no limitándose a las ratas.

Aunque los gatos parecieran la solución perfecta para el control de las ratas, la evidencia sugiere lo contrario. De hecho, la introducción de los mismos en entornos urbanos suele traer consigo efectos secundarios no deseados, entre ellos la enfermedad llamada toxoplasmosis, derivada de las heces capaz de causar graves daños cerebrales e incluso la muerte cuando se transmite de una mujer embarazada a su feto.

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