La última cifra que se tiene sobre la población del mundo es de alrededor de 8 mil millones de personas. En contraste, las áreas verdes que se han sacrificado a favor de la industria agraria, urbanísitca y de turismo han descompensado a los ecosistemas que dependen de ciertas especies de vegetales. Tomando como punto de partida ambas premisas, un equipo de investigadores de la Universidad de California se cuestionó qué pasaría si cada habitante humano del planeta pudiera sembrar un árbol teniendo como fecha límite el año 2040.
En un principio, esta idea partió como una solución viable para frenar la crisis climática global, impulsada, en gran medida, por la emisión de los gases de efecto invernadero. Entre los protagonistas más dañinos para la atmósfera destacan el metano (CH4) y el dióxido de carbono (CO2), los cuales perforan la capa de ozono y provocan el alza de temperaturas a niveles globales.
Dichas sustancias llegan a la atmósfera como consecuencia de la ganadería y la producción industrial masiva. Sin embargo, al no tener árboles suficientes para absorber estos gases, los ecosistemas boscosos y selváticos han dejado de purificar el oxígeno que respiramos como en anteriores décadas.
Alineándose al plan de la Organización de las Naciones Unidas para garantizar un futuro habitable, biólogos y ambientalistas de la Universidad de California se dieron a la tarea de medir los beneficios si cada persona en el planeta pudiera sembrar árboles durante los próximos 20 años.
Después de semanas de análisis, los expertos determinaron que, si se lograra sembrar un árbol por persona cada año, en dos décadas tendríamos poco más de 160 mil millones de ejemplares nuevos, reduciendo da manera importante el impacto ecológico de la actividad humana.
Lo anterior se traduciría en hojas, tallos y plantas nuevas, las cuales transformarían al dióxido de carbono en carbohidratos para mantenerse fuertes. Y aunque la cantidad de CO2 que un árbol puede almacenar varía de una especie a otra, la autora principal del estudio, Karen D. Holl, asegura que un solo árbol es capaz de transformar 22 kilos de carbono para su propio beneficios. En consecuencia, se podría liberar aire purificado a la atmósfera.
En este sentido, la institución ya no apunta a recuperar lo perdido, sino a garantizar la funcionalidad de lo que queda. “Plantar árboles es un primer paso para recuperar las formas de vida sin el estrés ecológico contra el que batallamos en la actualidad”, señala Holl.