El inusual número de incendios que se registraron en el subsuelo del Ártico durante 2019 y 2020 activó las alarmas de la comunidad científica. Lo anterior ante la gran cantidad de turberas de permafrost y dióxido de carbono (CO2) que acumulan.
De acuerdo con expertos de diversas instituciones, entre las que destacan el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Cataluña (España), Centro de Investigación sobre Desertificación (España), Universidad de Wageningen (Países Bajos) y la Universidad de Kyoto (Japón), estos siniestros deterioraron la capa de subsuelo permanentemente congelada y contribuyeron a la emisión del carbono hacia la atmósfera en forma de dióxido, uno de los principales responsables del cambio climático.
Prueba de ello es que tan sólo en 2020 se registraron en el Ártico siberiano un total de 423 incendios, mismos que quemaron una extensión de 3 millones de hectáreas. Además, se emitieron a la atmósfera poco más de 256 millones de toneladas de CO2.
En cuanto al origen del fuego, los científicos plantearon la hipótesis de que el aumento de las tormentas eléctricas y los rayos son la principal causa; sin embargo, se necesitarían más investigaciones para demostrar cuánto pueden influir las actividades humanas durante la temporada de incendios en esta remota región del planeta.