Muchas personas atestiguan que, llegadas a cierta edad, los años pasan "volando".
A partir del inicio de la vida laboral, el tiempo pasa mucho más rápido que cuando se es un estudiante, ¿no es así?
Naturalmente, el tiempo en sí no “cambia de velocidad”, sino nuestra percepción de él. ¿A qué se debe esta distorsión subjetiva de la, también llamada, cuarta dimensión?
Según la actividad que desarrollemos en un momento dado, las personas de las que nos rodeemos o incluso nuestra edad, nos parecerá que el tiempo transcurre muy lentamente o que pasa volando. Entre las experiencias que modifican la percepción del tiempo se encuentra la motivación.
Cuando nos sentimos estimulados y pretendemos alcanzar un objetivo concreto y deseado, sobre todo si tenemos la firme esperanza de conseguirlo y si responde a una necesidad básica, como comer o beber, el tiempo se desliza a toda velocidad.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Alabama, publicado en Psychological Science, este fenómeno se debe a que, en estas circunstancias, se minimizan los procesos de la memoria y la atención para apartar pensamientos y emociones irrelevantes.
Por su parte, el psicólogo Steve Taylor, investigador de la Universidad John Moores de Liverpool, Reino Unido, sostiene que la percepción del paso del tiempo viene condicionada, en gran medida, por la cantidad de información que procesamos. Así, transcurre más despacio para los niños porque están muy atentos a lo que acontece a su alrededor, y experimentan muchas cosas por primera vez, lo que los obliga a asimilar constantemente abundante información.