En cualquier parte del mundo cuando una obra privada es considerada para el bien común surge el derecho del estado a la expropiación.
Esto genera todo un trámite que puede llevar meses o años y el propietario damnificado es “recompensado” económicamente con un valor que rara vez es el del mercado. Perdiendo su propiedad o parte de ella ya que el estado solo toma lo que necesita, dejando muchas veces un trozo de terreno, campo o edificación totalmente inútil como le ocurrió a David Hess que era propietario de “Voorhis”, un edificio de apartamentos de cinco pisos, ubicado en la séptima avenida de la ciudad de Nueva York.
En 1910 el gobierno de la ciudad decide una ampliación del metro por lo que expropia y demuele 300 edificios para realizar la obra. Hess se enfrenta en los tribunales a la ciudad para intentar no perder su edificio, después de cuatro años la justicia falló en su contra. Pierde su edificio y parte de su orgullo, lo único que le queda es un triángulo de unos 60 centímetros de lado totalmente inútil.
El Ayuntamiento lo presiona para que este lo done a la ciudad, después de su lucha y derrota de cuatro años Hess se niega a donar el pequeño triángulo de vereda y mandó colocar un mosaico en él, con la leyenda testaruda que dice “Propiedad del patrimonio Hess que nunca ha sido dedicada para fines públicos”. En 1938 es vendido a un comercio de cigarros llamado Village Cigars por 1000 dólares, unos dos dólares el centímetro cuadrado, siendo hasta el día de hoy sus dueños.